El enredo socialista

Existe una gran confusión en las filas de la izquierda, tanta, que hay gente que cree sinceramente que asumiendo el relato neoliberal puede ser de izquierdas, lo cual roza lo grotesco. El guirigay mental es grande.   
No es de extrañar que en las filas socialistas estén a la greña, la confusión y el oportunismo reinan por doquier. Tan es así, que Pedro Sánchez cree que la única forma de regenerar el partido es volándolo por control remoto, así lo indica su “Asociación de Amigos del Socialismo”. La cosa parece que va más allá de la discrepancia, todo indica que hay un parto del que nacerá un nuevo partido. Como dice la letra de la zarzuela “La Gran Vía”.
Puesto que los que se mueven en la sombra están en contra de semejante nacimiento, ya se escuchan voces titiriteras requiriendo que manden a los parteros a la hoguera, es decir, que los expulsen del partido. 
El asunto es tan peliagudo, que si la junta gestora –golpista sería en nombre más adecuado– decide expulsar a los rebeldes lo único que conseguirá es empeorar más la situación. Tal medida sería como intentar de apagar un incendio con gasolina. 
A pesar de las críticas que llueven sobre los “pedristas”, sobre todo las que provienen del sector más reaccionario del partido y de los medios de comunicación afines al poder –que son casi todos–, la respuesta de Pedro Sánchez y sus acólitos es lógica, incluso comedida, teniendo en cuenta que fue descabalgado de la secretaría general de una manera cínica e infame; él se ha dado cuenta de que no le dejan otra alternativa, que cada día que pasa le achican más los espacios políticos. Los poderes internos y externos lo han vituperado, estigmatizado, hasta convertirlo en la oveja negra del partido.     
Lo que sí roza casi la ficción es que el ex secretario general se sorprendiera que el poder se posicionara en su contra después de su coqueteo con Podemos. Cuesta creer que no supiera que desde hace años la nomenclatura de su partido protege a los banqueros, al Ibex 35, apoya los mercados desregularizados, los TLC, tolera las “inversiones” de los fondos buitre, avala las intervenciones militares “humanitarias” en el extranjero, etcétera.   
En todo caso, Sánchez se ha dado cuenta de que no le van a permitir competir en unas primarias, de que finalmente el aparato –pensando en que  pudiera ganarlas– opte por prescindir de esa fórmula. 
Parece ser que la gestora no quiere sorpresas contra las cuales ninguna Susana ni ningún Felipe podrían hacer nada. Quizá por eso decidió descapitalizar al partido, es decir, haciendo que una parte de la militancia se sume al nuevo proyecto. A lo mejor –¡mira por donde!–  igual consigue salvarlo. Nunca se sabe. La realidad es que si una parte importante de la militancia se va con él, la fuerza de los barones y las baronesas se diluiría por completo. No hay que olvidar que los de arriba tienen el poder que le permitan los de abajo. Así de simple. 
Algunos dicen que el PSOE salió de otras crisis y que también saldrá de ésta. Ponen como ejemplo la crisis provocada cuando Felipe González forzó al partido a abandonar el marxismo y el referéndum sobre la OTAN. Pero esas comparaciones tienen poco que ver con la realidad de hoy. La situación del mundo en aquella época era diferente y también la de la sociedad española. Hoy nos encontramos ante una crisis de gran calado, casi existencial, provocada por el capitalismo financiero –no el industrial–, el mismo que defienden los que mueven los hilos del poder dentro del partido y que son los que defenestraron a Sánchez. A eso hay que añadir que hoy los socialistas tienen un fuerte competidor en la izquierda.
Los que incitaron a la “travesura” política –la destitución de Sánchez– no fueron conscientes de la magnitud de su acto. Ni siquiera han comprendido que sus argumentos convencieron a pocos. Y los “convencidos” no fueron precisamente los militantes socialistas, sino que –curiosamente– fueron los populares. 
La realidad es que dentro del partido ya no hay espacios para reformarlo, hay fuerzas que se oponen. Ese es el gran problema y no el depuesto secretario general. 
 

El enredo socialista

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