El sotobosque europeo

La confusión sigue predominando en Europa. Sus políticos compiten en una carrera de fondo para ver quién es el primero en obtener el premio a la estupidez. 

Si no fuera por lo preocupante que es la situación parecería que estamos asistiendo a una ópera bufa, porque las burradas que sueltan algunos por sus bocas son para alquilar balcones, empezando por las que larga el señor Macron. El gabacho nos habla de refundar la Unión, de crear un ejército europeo, de la “grandour” francesa, etc. Dice demasiadas tonterías. Hasta declaró a los medios, después de que Trump dijera que iba a retirar sus tropas de Siria, que Francia seguiría en aquel país. 

Parece que todavía sueña con recuperar las migajas coloniales que por esos lugares le dejaron los británicos a los franceses a raíz del tratado secreto “Syckes-Picot” de 1916, en el que Londres y París se repartieron los restos del Imperio Otomano. Ni tiene en cuenta a los rusos para quedarse. Lo que indica que “olvidó” lo ocurrido en Suez en 1956, cuando los soviéticos le dieron un ultimátum a París y a Londres para que retiraran sus paracaidistas de la zona del canal –cosa que hicieron corriendo–, enviados allí para asustar al presidente Nasser porque éste había tomado la decisión de nacionalizar el canal. 

Lo de los políticos europeos es contradictorio. Para lo que conviene se saltan el pasado como si nada hubiera ocurrido. Por un lado, intentan olvidarse de siglos de guerras, de zancadillas, de quítate tú para ponerme yo, de traiciones, de invasiones y espolios. Y por el otro, siguen pensando y actuando con la mentalidad de ese pasado.

Lo curioso es que después de lo que estamos viendo existe todavía gente que cree en “santidad” de las políticas europeas. O quizá es que no lo quieren ver. Porque el ejemplo más sangrante es el acuerdo de pesca que firmó la UE con Marruecos para que los barcos europeos faenaran en aguas saharauis, es decir, firmó un espolio en toda regla, puesto que se está llevando por la cara los recursos del pueblo saharaui. 

Eso significa que detrás de las palabras bonitas se esconden otras cosas. Por eso las políticas europeas son insostenibles a largo plazo, porque la mala fe de algunos es manifiesta. Y eso nos está llevando a un callejón sin salida, al menos de una salida honorable. Porque los vientos no soplan precisamente a nuestro favor. 

Nuestros políticos viven en un pasado que ya no existe. La política de sanciones como la que Bruselas impuso a Rusia, que nos está costando a todos decenas de miles de millones de euros, o el durísimo “Brexit” impuesto al Reino Unido, aun a sabiendas de que esa dureza le constará a la UE otra millonada, lo único que hace es complicar más las cosas. Ya lo dijeron después de saberse el resultado del referéndum, que se vengarían del Reino Unido preparándole una salida “dolorosa”. Y lo están cumpliendo.  Aquí aplican aquella máxima tan estúpida que dice que lo importante no es ganar, sino hacer que el otro pierda. Lo que pasa es que las pérdidas no son solo para “el otro”, sino que las pagamos todos, porque al parecer se está incubando otra crisis económica en el seno de la UE. 

Lo que está ocurriendo es decepcionante. En Europa ya no hay proyecto, solo delirios. ¡Quién lo iba a decir! Esperemos que no termine todo como el rosario de la aurora, aquellas dos cofradías enemistadas por el rezo del amanecer que acabaron a palo limpio en Medina Sidonia.   

Todavía no empezaron las “deserciones”, pero tal y como van las cosas todo se andará. Por lo pronto Italia, contraviniendo el posicionamiento político de Bruselas, hace unos días firmó un documento  con el presidente chino, Xi Jinping, en el cual se adhiere a la Ruta de la Seda. Lo que indica que algunos países de la UE, viendo la política de Bruselas de querer imponer a toda costa un status quo desfasado, empiezan a ir por libre en sus relaciones con otras potencias. El malestar de algunos con Alemania y Francia empieza a ser más que obvio.

La realidad es que Europa tiene todas las papeletas para convertirse una suerte de sándwich económico y político, es decir, quedar aprisionada entre dos bloques.

El sotobosque europeo

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