El encuentro de Milán

l sábado pasado se reunieron en plaza del Duomo de Milán varios líderes de la extrema derecha continental con el objetivo de hacer un frente común de cara a las elecciones europeas, cerrando el acto Marine Le Pen que se despachó a su gusto.
Lo curioso es que allí no había ningún líder de Vox. No sabemos si fue porque no los invitaron o bien porque no quisieron ir; su ausencia resultó un poco extraña. Es obvio que la extrema derecha de aquí es muy carpetovetónica, por lo tanto, no comparte demasiadas cosas con las otras corrientes políticas hermanas. Sobre todo con la francesa. 
Hay que reconocer que de todos los líderes allí presentes quizá fue la gabacha la más coherente, la que menos tonterías populistas dijo. Parte de su munición la utilizó para atacar el modelo globalizador de la UE, acusándola de apoyar un sistema salvaje que solo produce esclavos y desempleados. Hay que reconocer que algunos de sus argumentos podrían perfectamente ser asumidas por la izquierda.
Por lo tanto, una buena parte de la izquierda debería sentirse avergonzada. Porque no es normal que una líder de la extrema derecha tenga que hacer pedagogía política para explicarnos lo que está ocurriendo en Europa. Aunque cueste aceptarlo, la realidad es que la gabacha en su recorrido político se fue adueñando de una parte del discurso de la izquierda; quizá fue por eso que logró conquistar una buena parte del electorado de las zonas desindustrializadas de Francia, un electorado que antes votaba a socialistas o comunistas. 
Es cierto que algunos partidos de izquierdas hablan de construir una Europa social y de los pueblos, aunque en un tono suave. Pero la realidad es que son contadas las veces que se deciden a coger el toro por los cuernos para decirle cuatro verdades a la tropa de Bruselas y a los poderes económicos. Y cuando deciden confrontarlos lo hacen con la boca pequeña y en voz baja, como sintiendo vergüenza, cosa que no le ocurre a Le Pen.
El problema es que cierta izquierda cruzó el “Rubicón” hace tiempo para vender su alma al dios mercado, eludiendo así sus obligaciones, por lo tanto, tiene gran parte de la culpa de todo lo que está ocurriendo; otra cosa es que no quieran reconocerlo. Porque no hay más que seguir las votaciones en el Parlamento Europeo para darse uno cuenta hasta donde llega su desvío.
Es cierto que estamos viviendo unos tiempos muy confusos, por lo tanto, es difícil saber quién es quién y los intereses que hay detrás de algunas movidas. Porque hasta el partido de Le Pen propone hacer cambios en la Constitución francesa para inscribir en ella como prioridad nacional el acceso al empleo y a la vivienda. Incluso en su programa electoral contempla la mejora de los derechos laborales y sociales de la mujer, la igualdad salarial con el hombre, etcétera. Todo un decálogo de intenciones propio de las agrupaciones políticas de izquierda. 
Los partidos de la Europa oficial la acusan de querer dinamitarlo todo. Aunque ella se defiende diciendo que eso no es cierto, que lo único que quiere es destruir la UE y no Europa. Les dice a los europeos que no deben seguir apoyando la dictadura de Bruselas y que hay que volver a la Europa de las naciones, donde se comerciaba libremente sin tener que ceder la soberanía nacional. 
Pero independiente del relato de la señora Le Pen, es cierto que los que están dirigiendo la Europa de la segunda década del siglo XXI no saben para donde tirar. Porque después de la llegada de Trump a la Casa Blanca, con sus guerras comerciales en marcha, especialmente con China, nos encontramos con una Europa literalmente desbordada por los acontecimientos.
Uno tiene la impresión de que los políticos europeos están esperando que una administración distinta a la de Trump ocupe la Oficina Oval para saber qué camino tomar. Lo que nos da una idea real de cómo están las cosas y lo que se puede esperar de los que nos representan. 
En todo caso, faltan pocos días para saber lo fuerte o lo débil que será ese próximo frente europeo de extrema derecha que se constituirá en Estrasburgo. Porque lo que ocurra en las urnas será una señal importante.
 

El encuentro de Milán

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