El cántaro se rompió

Bien mirado el batacazo de Podemos en las elecciones del pasado domingo no cogió a nadie por sorpresa. Entiéndase, a nadie que no fueran ellos. 

Reza el dicho que de tanto ir el cántaro a la fuente termina rompiéndose. Y algo de eso le ocurrió a Podemos. ¿Culpables? Muchos. Empezando por ellos mismos. Sus luchas internas se convirtieron por momentos en una guerra de todos contra todos. De Podemos contra Podemos. Eso al final, como no podía ser de otra manera, termina pasando la factura. Y esa fue abultada.

Es cierto que la derecha, que controla los grandes medios audiovisuales nacionales, les enfiló los cañones desde el primer momento. Desde que obtuvieron aquella gran victoria utilizó la vieja estrategia de divide et impera para destruirlos, aniquilarlos. Aunque hay que decir que ellos también se dejaron “querer”. Es decir, cayeron como pardillos en ese juego, incluso lo alimentaron robando cámara un día sí y otro también. 

Por otro lado, es imposible que un partido pueda sobrevivir cuando es dividido y subdividido en tantos grupos, familias o franquicias. Porque eso a los votantes no les gusta, los confunde, lo asocian con el caos. A todo ello hay que sumarle el enfrentamiento que hubo por el liderazgo a nivel estatal.

Un partido que haga esas cosas, aunque tenga un programa político razonable, viable y justo, carece de futuro. Lo curioso es que los creadores de Podemos, algunos brillantes oradores y expertos en ciencia política, no se dieran cuenta de ello, porque eso lo sabía hasta un estudiante de Bachillerato. Todo resultó tan incomprensible que por eso hay gente que afirma que fueron una creación urgente del poder, incluso del club Bilderberg, para evitar un conflicto social de grandes proporciones ante la grave crisis económica. Y es curioso porque los de Podemos nunca rechazaron el globalismo. 

Pero dejando a un lado esta clase de teorías no probadas. La realidad es que si hubieran tenido un poco de menos prisa por llegar y unas ambiciones personales moderadas, seguramente hubieran conseguido un espacio político importante en el ruedo nacional. Incluso la posibilidad de llegar a gobernar. Pero la política es cruel y los errores se pagan caros. 

Por lo tanto, por mucho que diga Pablo Iglesias que han aprendido de los errores, por mucho control de daños que realice, uno tiene la impresión de que ya no se recuperarán. Es más, el desgaste posiblemente vaya a más, porque ahora con menos poder en las instituciones las discrepancias y los enfrentamientos arreciarán; ocurre siempre.

La ambición personal de Íñigo Errejón le hizo un grave daño al partido, dejándolo con su espantada final muy tocado. En realidad, fue todo un cúmulo de errores, de apetencias personales desmedidas y peor gestionadas. Y cuando eso ocurre mal negocio, sobre todo en una formación política que todavía no está consolidada. 

Ahora Pablo Iglesias le está reclamando a Pedro Sánchez un gobierno de coalición, argumentando que ellos votaron su anterior investidura sin pedir nada a cambio. Perece que Iglesias no se ha enterado todavía que en política los favores altruistas no existen, que si él le hizo uno a Sánchez sin pedir nada a cambio fue su problema. Así que, es posible que el líder de los socialistas no esté interesado en suministrarle oxígeno a Podemos, ofreciéndole algún ministerio. 

A Sánchez le conviene el desgaste de Podemos, porque eso significaría que una parte importante de los votos de esa formación irían a parar dentro de cuatro años a los socialistas. Es cierto que es un cálculo frío, anti-romántico si se quiere, pero no hay que olvidar que estamos en un escenario donde la ideología brilla por su ausencia.

Es difícil entender que los líderes de Podemos cometieran tantas torpezas políticas. Unas torpezas que lo único que consiguieron es dar al traste con los sueños de aquel 15-M. Lo tuvieron todo para consolidarse, pero no estuvieron a la altura; fueron incapaces de gestionar tanto éxito. Y aunque ahora sus enemigos lo estén celebrando, su caída no es una buena noticia dado que hubieran servido de contrapeso. Porque, además, sin ellos no habrá izquierda.

El cántaro se rompió

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