Despropósito

En este país existe la mala costumbre de no respetar el pasado. Y se hace de dos maneras: silenciándolo o desprestigiándolo. 
Lo decimos por lo ocurrido con la seria de televisión “14 de abril. La República”. Hace siete años –y bajo excusas poco creíbles– la dirección de RTVE decidió cancelar los capítulos que iban a ser emitidos en la siguiente temporada. 
A todas luces fue una censura disfrazada. Menos mal que ahora la nueva dirección del ente público decidió sacar esos capítulos de la gaveta y emitirlos, casi tímidamente, los sábados en la noche. Algo es algo.
Por increíble que pueda parecer, hablar de la época republicana 87 años después es casi un acto sacrílego. A no ser que sea para vilipendiarla, claro. Y no es cuestión de exaltarla, desprestigiarla o silenciarla, sino de no tener miedo a contar lo que pasó.
Algunos la idealizan y otros la descalifican sin piedad. En todo caso, este servidor no será de los que se sume al grupo que la destroza. Lo ocurrido, a pesar de que fue una etapa breve, pero intensa, marcó para bien o para mal nuestra historia. Y aunque sus enemigos se empeñen en decir lo contrario, en ella hubo muchas más luces que sombras.
Las reformas que se hicieron, aunque pudieron parecer radicales en su momento, tenían que haber sido hechas ya en el siglo XIX. Y con solo echarle un vistazo a la biografía de Mariana Pineda es más que suficiente para comprender los “porqués”. 
Lo cierto es que cuando llegó el régimen republicano en1931 se encontró con problemas sociales muy graves. Y no solo de atraso económico, sino de atraso mental y cultural; que son los peores de los atrasos para que pueda avanzar un país. 
Por lo tanto, aquel 14 de abril fue recibido con gran ilusión y entusiasmo. Pero los políticos republicanos estaban bajo una fuerte presión, se les exigía mucho. Tenían que hacer en pocos años lo que no se había hecho en siglos. Y eso era sencillamente imposible. 
Por otro lado, la mayoría del pueblo ni siquiera era republicano, al menos no lo tenía claro. La realidad es que no había interiorizado la cultura republicana, porque de otra manera nunca hubiera ocurrido lo que vino cinco años después.
Pero analizar el fracaso del experimento republicano no es el objetivo de este artículo, sino el de manifestar que la censura de una serie histórica no es aceptable ni justificable. Además de ser una medida abiertamente antidemocrática.
Hay políticos –y también gente de a pie– que están con la misma letanía, de que son demócratas, de que respetan esto o aquello, pero a la hora de la verdad uno descubre que solo son palabras. Y eso no es higiénico para una democracia, porque no se puede construir algo sólido y duradero si no se siente sinceramente.
Lo sucedido en los tiempos de la II República no se puede borrar por arte de birlibirloque, como desearían algunos. Ni debe ser obligatorio hacer un acto de fe. Si seguimos erre que erre en silenciarlo, lo único que se consigue es que los de afuera lo narren por nosotros. 
Algunas cosas que pasan aquí nos demuestran que sigue habiendo mucho Torquemada cultural suelto, lo cual no deja de ser preocupante. Puede parecer hasta una exageración, pero aquí ser republicano es poco menos que ser bolchevique; eso nos da la medida real de las coordenadas políticas en que nos movemos. 
Es cierto que la derecha nacional nunca fue republicana, como lo es la francesa, pero eso no deber ser una excusa para que trate de silenciar lo ocurrido en aquella España de los años 30. Hacerlo es tanto como abogar por prohibir la cultura. 
Hay decisiones incomprensibles. Porque la serie de la que hablamos ni siquiera resaltaba o resalta los valores republicanos. A eso hay que añadir que la decisión de no seguir emitiéndola fue un mal negocio, puesto que cuando ocurrió tenía una cota de audiencia elevada. Por lo tanto, al engavetar los capítulos restantes, en aras de unos criterios políticos mediocres, miopes y antieconómicos, se demostró una pésima gestión de los recursos destinados a RTVE. 
Unos dineros que alimentan un canal público y que salen de los impuestos. O sea, de todos nosotros.
 

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