Hacia un nuevo socialismo

Aunque ni sus propios protagonistas son totalmente conscientes del cambio que se está produciendo, podemos afirmar que en el panorama político español estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo socialismo que abandona la social democracia y apuesta por la democracia social, es decir, porque la sociedad no sirva a la política, sino que sea la política la que sirva a la sociedad.
Ese nuevo enfoque supone un reconocimiento y una defensa a ultranza del valor social de la persona humana. Es el amanecer de un verdadero humanismo social, que no puede identificarse con el humanismo cristiano ni con ningún otro humanismo que no sea el del reconocimiento del ser humano, como un valor absoluto y, por lo tanto, un fin en sí mismo que, como dijo Kant, no puede utilizarse como medio o instrumento para conseguir otros fines.
Se trata del reconocimiento del ser humano como realidad ontológica y metafísica, única, indivisible, inescindible, irrepetible, irreproducible, sociable por naturaleza y dotado de inteligencia y voluntad.
Pero la democracia social, a diferencia de la democracia liberal, pone el énfasis no en la libertad sino en la justicia y la igualdad.
El humanismo social tampoco se identifica con el humanismo pietista, filantrópico o caritativo, ni siquiera con el llamado “socialismo de rostro humano”; el humanismo social es el que defiende, como principal objetivo, el valor humano y su dimensión social. Lo anterior es asumir el pensamiento de Sócrates, que dice: “soy ciudadano no de Atenas o de Grecia, sino del mundo”.
Ese es el verdadero humanismo, el que hunde sus raíces en la idea expresada por Walt Whitman de que, “cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano”, pues, como dijo Unamuno, “cada hombre vale más que la humanidad entera, ni sirve sacrificar cada uno a todos, sino en cuanto todos se sacrifiquen a cada uno”. Y, siguiendo a Thomas Paine, “sea cual sea mi derecho como hombre, también es el derecho de otro”.
Ese humanismo social será, a no dudarlo, el gran reclamo político para movilizar al electorado a favor de dar satisfacción a las necesidades sociales de progreso y mejora.
No es el hombre individual del racionalismo, ni el ciudadano abstracto de la democracia liberal; es el hombre como ser social el que debe ser eje del humanismo social.
Más que luchar por el Estado de Bienestar debemos luchar por el bienestar de la sociedad.
En suma, el hombre, además de la libertad individual y política, que adquirió como ciudadano por obra de la democracia representativa, tiene derecho a vivir con dignidad y esto significa tener un empleo estable, un salario justo, una vivienda digna, una jubilación segura, una tutela judicial efectiva, una educación general, libre y obligatoria y una sanidad universal y gratuita.

 

Hacia un nuevo socialismo

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