Fe es confiar

si la fe no se apoya en confiar en lo que se cree, nace muerta. La confianza no sustituye ni suplanta a la fe pero es indispensable para creer. Creer es confiar en que lo que se cree es cierto y en que, además, se confía, efectivamente, en que pueda llegar a producirse. La fe, en definitiva, es apostar porque sea cierto y se produzca lo que se cree. Y esa misma confianza que sostiene a la fe es la que  anima a pensar que no se verá frustrada ni defraudada.
La fe no es, por consiguiente, una creencia que nace y se mantiene en sí misma, sino que necesita el apoyo de la confianza en su contenido, aunque éste no sea algo real e inmediato; pero que sirve de acicate y alerta para mantener vivos deseos, expectativas y aspiraciones.
La fe y la confianza se complementan. Sin fe no hay confianza en lo que se cree y sin confianza en lo que se cree, la fe es innecesaria e inútil.
“Una creencia es algo a lo que te aferras porque crees que es verdad”, dijo Deepak Chopra.
“Nadie convence a nadie de nada. Uno ha de convencerse por sí mismo”, dijo Emerson.
Incluso, la propia vida humana solo es posible si en las relaciones sociales impera la confianza, pues vivir es confiar, ya que si el hombre no se basta a sí mismo, es necesario para poder vivir que confíe en los demás. Pero la confianza no es un voto en blanco; es reconocer que la vida social es un entramado que se basa en la confianza mutua entre todos sus miembros.
Vivimos más, confiando en los demás, que confiando en nosotros mismos.
Todo lo que utilizamos y de lo que nos servimos, nos merece la confianza de quienes lo conocen, fabrican, crean, proporcionan y facilitan, ya se refiera a nuestras necesidades físicas, materiales o biológicas, ya a las puramente anímicas, culturales y espirituales.
León Tolstoi reconocía que, “no se vive sin la fe. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo”.
Ese vivir creyendo en “algo” es lo que, realmente, da sentido a la vida, pues creer y confiar son tanto o más necesarios que saber y conocer, pues nuestras propias carencias las suplimos con las capacidades de nuestros semejantes y de esa relación o, mejor dicho, de esa interrelación, surge la vida de convivencia social, donde todos somos necesarios pero nadie imprescindible.
En definitiva, creer en algo no significa que todos crean lo mismo, ni que todos lo crean por igual.

 

Fe es confiar

Te puede interesar