Dar para que nos den

Con un lenguaje claro, sencillo y contundente, el Papa Francisco, en su exhortación sobre la llamada a la santidad en el mundo actual, reconoce que “la realidad nos muestra qué fácil es entrar en las pandillas de la corrupción y formar parte de esa política cotidiana del doy para que me den, donde todo es negocio”.
El anterior diagnóstico refleja el estado actual de la política “donde todo es negocio” y donde la defensa del interés general ha sido sustituida por el egoísmo y el ánimo de lucro.
La frase evangélica “amar al prójimo como a uno mismo” se ha convertido en servirse del prójimo por amor a uno mismo. El interés personal no sólo sirve para sobrevivir, sino que opera, también, como principal móvil de la actividad humana. 
Cuando el papa dice que la corrupción forma parte de la política cotidiana, donde todo es negocio, está aplicando correctamente el significado y naturaleza de lo que se entiende por “negocio”. Éste, según la Academia de la Lengua, es “la ocupación, actividad o trabajo que se realiza para obtener un beneficio” o “la ganancia o beneficio obtenido en una actividad comercial o de otro tipo”.
De acuerdo con las anteriores acepciones, negocio es, literalmente, la “negación del ocio”, o sea, de la actividad que se realiza por puro placer o entretenimiento, es decir, desinteresadamente.  El verdadero altruismo consiste en dar sin pedir, esperar ni recibir nada a cambio.
Dar porque nos den es colocar el beneficio que deseamos obtener por encima del sacrificio que nos exija el dar; más aún, hacer depender nuestra voluntad de dar del beneficio que esperamos obtener. No se trata de generosidad o altruismo alguno; es reconocer que nada se da ni se obtiene gratuitamente. Y que la compensación o recompensa lucrativa nos demuestra que ese es el principal motor que nos mueve a actuar.
Pero no todo lo que se da debe servir para que lo que nos den sea delictivo, pues en esto consiste la corrupción, es decir, dar para recibir lo que no nos corresponde lícitamente y que, solo con la dádiva, se adquiere y recibe. En estos casos, no solo damos para que nos den, sino que los demás nos dan para que les demos.
Como ya dijimos en otra ocasión, la corrupción existe, no porque existan corruptores, sino porque existen corruptos y corruptibles. La gravedad de la promoción y defensa del interés personal, como móvil de la actividad humana, es perjudicial e insolidario cuando se piensa más en lo que podemos obtener que en lo que estamos dispuestos a dar.

Dar para que nos den

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