Humanidad y fanatismo

El famoso paleoantropólogo español Juan Luis Arsuaga dice, refiriéndose a la especie humana, que “somos la única especia fanática y que el problema del fanatismo nos va a acompañar siempre y contra él tendremos que luchar”.

El citado científico sostiene que una parte de nuestra mente es mágica o irracional y que, afortunadamente, no sólo somos razón, lo que nos convertiría en máquinas, sino que esa parte irracional de nuestra mente, de la que viene toda la creatividad y la belleza, produce también monstruos como los fanatismos.

El fanatismo, como adhesión incondicional a una causa, conduce a la intolerancia y, como dice Voltaire, “cuando el fanatismo ha gangrenado el cerebro, la enfermedad es incurable”. Y así lo confirma Gloria Helena Rey, diciendo que, el fanatismo “es corrosivo, enemigo de la libertad, del progreso del conocimiento y el responsable de asesinatos, genocidios, masacres, guerras, persecuciones, injusticias y violencia de todo tipo”.

Según lo expuesto, el fanatismo tiene que ver con la salud mental, porque todo lo llevado a lo irracional o a la exageración desmedida es malo para la salud de la mente. El fanático es un ser peligroso, en la medida que sobrevalora su ideología, que lo invade todo y no encuentra otra verdad ni realidad diferente a la suya. En todas sus diversas modalidades, se trata de la pérdida del sentido de la vida y de su pertenencia e identidad.

Frente al fanatismo y la intolerancia, causantes de tantos daños y calamidades, la tolerancia, según Víctor Hugo, es la mejor religión. Y Karl Popper, como líder de la tolerancia, defendía que, “por lo tanto, debemos proclamar en nombre de la tolerancia el derecho a no tolerar a los intolerantes”.

Cuando el investigador Juan Luis Arsuaga nos advierte de que es un error calificar de “inhumanos” los atentados y demás actos criminales indiscriminados, porque, precisamente, son obra “exclusivamente humana”, es evidente que si bien todos los actos delictivos son obra exclusivamente de los seres humanos, no todos pueden calificarse de inhumanos, pues esta característica sólo puede aplicarse a aquellos actos humanos dirigidos directamente contra la libertad, la integridad física y moral y la vida de las personas; no así cuando, por ejemplo, se cometen contra la propiedad o los bienes.

En conclusión, el fanatismo afecta a la salud mental, de tal manera que, como dijo Denis Diderot, “el mártir espera la muerte; el fanático corre a buscarla”. Estamos, en definitiva, en presencia de lo que el filósofo y jurista alemán, Gustav Radbruch, llamaba “delincuentes por convicción”, si bien, en este caso, el término convicción habría que sustituirlo por el más exacto de fanatismo.

Humanidad y fanatismo

Te puede interesar