Periodismo escocido

Enero es el mes de la cuesta, de las rebajas y de los periodistas. El 24 de enero, tal día como hoy, está dedicado, entre otros muchos santos, a Francisco de Sales, que viene siendo el patrón de los que todavía resistimos en este oficio horrible y maravilloso a partes iguales. Al margen de las creencias particulares de cada uno y aunque es cierto que los santos están de capa caída últimamente, es una ocasión tan buena como otra cualquier otra para echar la vista atrás y analizar en dónde y cómo estamos. Eso y mantener las pocas tradiciones que todavía nos quedan. En A Coruña, una de ellas es la de reunirnos en torno a un buen cocido para esas cosas que tanto nos gustan: comer, beber y lamentar lo mal que va la cosa y lo poco que nos quejamos.
No es que el panorama esté para muchas celebraciones. Aunque el desempleo ha caído un 9% en la profesión durante el último año, todavía hay casi 8.000 compañeros en paro –compañeras, sobre todo– y los que cobran un sueldo, pequeño, son afortunados porque muchos tienen que dedicarse al pluriempleo para poder sobrevivir.
Las nuevas tecnologías nos ayudan tanto a estar mejor informados como a meter la pata con más asiduidad. Las prisas tampoco facilitan un trabajo diario en el que lo que cuenta es el número de clics que recibe una noticia. Y para eso, como averiguará cualquiera que mire el listado de los contenidos más vistos de cualquier medio digital, hay que hacer un listado con las diez cosas que no sabías de algo, poner el nombre de un famoso o incluir palabras trampa como sexo, aunque en el texto tenga poco que ver.
En nuestro listado de deberes está el esmerarnos cada día en recordar cuál es nuestra función, en filtrar la verdad para diferenciarla de los fakes y en hacer nuestro trabajo de la mejor forma posible, a pesar de los palos en las ruedas, que no son pocos. A los lectores les toca exigir una prensa de calidad, que cumpla su objetivo de informar con honestidad y veracidad, al margen de línea editorial que mantenga cada medio. Y a los de la otra orilla les corresponde ya no ayudar, sino estorbar lo menos posible. Y no va a ser fácil cuando somos el enemigo. Desde los equipos de fútbol hasta los partidos políticos, proliferan las ruedas de prensa sin preguntas, en las que nos convertimos en meros amanuenses, sin interpretación ni contextualización posible. Y sin poder hacer esas preguntas incómodas que nadie quiere contestar.
La comparecencia del secretario de Prensa de Donald Trump, Sean Spicer, es una muestra de que esa tarea no va a resultar nada fácil. Ya no por acusar a los medios de falsear las cifras de asistentes a la toma de posesión, que también, sino por decirles que, en lugar de eso, deberían haber escrito sobre la visita del nuevo presidente a la CIA, ante la cara de sorpresa de muchos veteranos corresponsales en la Casa Blanca.
Por eso, nos reuniremos de nuevo en una mesa para compartir de nuevo el mismo menú de siempre. Así, cuando nos pregunten cómo vemos el futuro del periodismo, podremos decir sin mentir: “Escocido”.

Periodismo escocido

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