La decisión

Anda en estos días el presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, intentando empezar a recomponer y a restañar los desgarros que dejó el bochornoso espectáculo protagonizado dentro y fuera del Comité Federal del 1 de octubre. Una vez apartado de su puesto de secretario general el abanderado del “no es no” a la investidura de Rajoy, la tarea en la que está volcado el presidente de la gestora es la de ver cómo se puede girar, con los menores costos posibles para el PSOE, del no a la abstención en esa investidura del candidato del PP, que en todo caso tiene una fecha límite para llevarse a cabo: la del 31 de octubre.
Y, claro, una cosa es haber parado en seco los intentos de Sánchez, muy avanzados por lo que se ha ido sabiendo, de formar un gobierno alternativo al del PP, con Podemos y con los independentistas catalanes, y otra distinta es llevar a cabo un cambio de postura tan radical para propiciar de esa forma que se pueda formar un gobierno presidido por Rajoy.
Pero es que se podría decir que “a la fuerza ahorcan”. El PSOE sólo tiene dos posibilidades: o se abstiene en la investidura del líder del PP o se va a unas terceras elecciones el 18 de diciembre. Y tras el espectáculo dado por los socialistas en las últimas semanas, las previsiones electorales en caso de una nueva cita con las urnas no son nada buenas para ellos. Podrían seguir su imparable caída y pasar de los actuales 85 diputados a tener entre 65 y 70. Como punto de comparación para calibrar el “desastre” socialista, baste con recordar que cuando el PSOE, con Felipe González como candidato, ganó las elecciones generales en 1982, tuvo 202 diputados.
Pero no es sólo esta razón de un pésimo horizonte electoral lo que debería llevar al PSOE a virar del “no es no” a la abstención. Es que también saben los dirigentes socialistas que el partido necesita una profunda catarsis, un periodo de recuperación, y que el mejor lugar para esa tarea que en la oposición. Un lugar donde tendrá que batallar para que su gran rival ideológico en la actualidad, Podemos, no le quite ese espacio.
La decisión que en los próximos días tendrá que tomar el PSOE no es fácil y, haga lo que haga, las discrepancias internas seguirán latentes. Pero más vale pasar un mal rato –decidirse por la abstención– que ir a unas terceras elecciones, donde el resultado podría ser nefasto e incluso ser superados por Podemos, algo que, conviene recordarlo, el ahora denostado Sánchez consiguió evitar tanto en las elecciones de diciembre como en las de junio. 

La decisión

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