Verdades y mentiras del gobierno ferrolano

Están en boga lo que se ha dado en llamar las “feak news” (en castellano, noticias falsas) –por cierto, “palabra del año” 2017 para el Diccionario Oxford–, una expresión que corre el riesgo de identificar no solo la información que no se corresponde con la realidad, los hechos o la propia historia y cuya máxima expresión la ha aportado el presidente de EEUU, Donald Trump, desde el momento mismo en que inició la carrera electoral para el cargo. Sin embargo, la aplicación de ambos términos no es nueva. Noticias falsas, erróneamente identificadas con el amarillismo de determinada prensa, siempre han existido. Sin ir más lejos, constituyen desde siempre parte consustancial, por ejemplo, de todo conflicto bélico, y otro tanto sucede desde el punto de vista social. 
Por tener, la expresión adquiere múltiples tintes en el ámbito político. En lo que al contexto ferrolano se refiere, podríamos poner como referencia el hecho de que se atribuya, en un ejemplo de simpleza básica, al gobierno local que en algún momento hubiera prometido que no existiría tasa municipal por el servicio de saneamiento y depuración de las aguas residuales. Si nos retraemos a los hechos, lo cierto es que lo único comprometido por la candidatura que lidera Jorge Suárez es que el indicado impuesto sería anulado una vez llegase a la Alcaldía, pero solo por el hecho de que el anterior gobierno municipal lo hubiese aplicado de forma lineal al conjunto de los vecinos del municipio pese a que, en ese momento, solo 5.000 hogares estaban conectados a la red de saneamiento; y porque, en cualquier caso, consideraba que la tasa se había establecido por encima de lo que podríamos llamar un precio justo. Claro que, de forma más habitual de lo que parece, en política sucede que es el mensajero el que mata el propio mensaje, lo que ha permitido a quienes postulan la completa anulación de dicha imposición argumentar que el gobierno actual ha mentido. Si lo ha hecho, al menos en este aspecto, es en lo referente a la prometida reducción de dicha tasa, finalmente aplicada siguiendo los criterios y las pautas establecidas por el principal partido de la oposición, ahora a la espera, eso sí, de que Ferrol en Común cumpla de forma efectiva la prometida reducción en beneficio de los ciudadanos. En esta balanza que mide lo dicho y lo hecho, el peso de una pluma decide demasiado a menudo la inclinación del fiel, aunque ya se sabe que cada uno entiende lo que le interesa en detrimento de la realidad. Los “trolls” –palabra iconográfica hoy en día tan usada para, por resumir, calificar a quienes, casi de forma profesional, contribuyen a alimentar con sus comentarios, improperios y descalificaciones sin base argumental alguna la difusión de, precisamente, esas noticias falsas a través de las redes sociales– encuentran así en cuestiones como la ya mencionada el terreno propicio de su razón de ser y actuar e incluso, pese a estar manifiestamente en contra de ello, echan en cara que no se cumpla lo que ellos mismos negaban. 
No se cuestiona, por ejemplo, que se pague el impuesto de rodaje de vehículos, aun cuando transitar por algunas calles de esta ciudad sea más un deporte de riesgo en el que dejarse los bajos del coche que un  tránsito mínimamente cómodo. Las mentiras, si acaso, tal vez sean otras, como prometer –e insistir en ello– aquello que es del todo inviable, se eche a quien se eche la culpa, en cuestiones de difícil, por no decir imposible, reconducción para buena parte de las administraciones locales de este país. Sin ir más lejos, la total remunicipalización de servicios. Mentir es, en consecuencia, prometer, e incluso garantizar, lo que se sabe irrealizable de antemano, al menos en política.

Verdades y mentiras del gobierno ferrolano

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