Un alcalde “teimudo”

No se le puede negar al alcalde de Ferrol, Jorge Suárez, la virtud de la persistencia. Aun cuando, en este caso, lo de ser un alcalde “teimudo” vaya más con el hecho de repetirse que de alterar algo, aunque sea en mínimos estados, la realidad que vive esta ciudad. Sin ir más lejos, no por cansino se puede obviar el hecho de que más de dos años después de haber tomado posesión de su cargo, y pese a las reiteradas promesas, todavía resten lo que él mismo denomina “flecos” en esto tan traído y tan llevado de los presupuestos municipales.
Un simple vistazo a las hemerotecas dejaría entrever que esta palabra –flecos– es posiblemente la que más ha utilizado el regidor en lo que lleva de mandato. La empleó al poco de tomar posesión del cargo y la sigue utilizando casi como un recurso dialéctico que, sin embargo, lejos de propiciar la confianza, tanto vecinal como política, en que su gestión se haga visible con mínimos evolutivos, no hace más que acrecentar lo peor que se puede dar en quien, por decisión de la mayoría de representantes municipales –PSOE de Beatriz Sestayo, y BNG–, ha de correr con la responsabilidad de afianzar al menos la credibilidad como argumento indispensable de su capacidad de acción.
La confianza se gana y, por ello, se otorga. Que Suárez era plenamente consciente de las dificultades que conllevaba liderar un gobierno de coalición, aun así en minoría permanente bajo el tenue abrazo de la formación nacionalista, cuyos votos serían siempre obligados para lograr que prosperase cualquier acción de gobierno, es una suposición más acorde con la realidad que con la inventiva.
Menos capacidad de previsión se le puede achacar a la decisión de romper con su socio de gobierno una vez constatado el permanente estado de cautividad a que era sometido Ferrol en Común por parte del PSOE. Si, en cualquier caso, por su mente pasó en algún momento que el sentido común determinaría la actuación de la izquierda a la hora de recibir los apoyos necesarios en cuestiones esenciales para los vecinos de esta ciudad venida a menos y convertida en un pueblo grande, no podía estar más errado. La cuestión, a estas alturas, sobre todo teniendo en cuenta esos permanentes, casi impolutos, “flecos” que determinan no ya lo que se hace o deja de hacer sino la básica intención de hacer algo, se centra en preguntarse qué sentido tiene elaborar unos presupuestos que, como él mismo sabe, no contarán con el respaldo de ningún otro grupo municipal. De algún modo, al menos esa perdida credibilidad podría recuperar alguna décima –y con ello desprenderse de algún que otro “fleco”– si optase por decir que, para saber como sabe cuál será el final, lo más práctico es dejar las cosas tal y como están. 

Un alcalde “teimudo”

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