Sindicatos y sociedad

obre el papel trascendental que el sindicalismo desarrolla en el marco de la sociedad solo cabe discernir entre el que ha desempeñado en los años oscuros de la dictadura y, como fruto inequívoco de su labor, el que abordó en el cambio de régimen y en la consolidación de libertades que hoy en día son inherentes al conjunto de la sociedad de este país.
Dicho esto, cabría preguntarse si el que abordan en un plano tan determinado como, por ejemplo, el de una comunidad autónoma o una comarca, puede considerarse como reflejo del grupo, es decir, como identidad global del que desempeña el sindicalismo actual en un país que, se quiera o no, y pese a los evidentes signos de recuperación económica, nadie duda de que –al menos por un tiempo– no volverá a ser el que era. Si hay una conclusión, tal vez ésta consista en dilucidar que el sindicalismo entendido en su más amplio sentido, y no solo en lo que atañe a la escena reivindicativa y garantista de los derechos laborales se refiere, sino también en lo que representa como agente social indispensable para complementar una sociedad auténticamente democrática, ha estado en estos últimos años a la altura de lo que se le exigía. 
Tiene la virtud el sindicalismo más básico de evitar la autocrítica, de eludir sus propias responsabilidades en todo cuanto atañe a la gestión política. Tal vez porque mientras predica una cosa, practica lo contrario. Nadie, o casi nadie, desconoce que, sin ir más lejos, no ha habido sindicato en este país que no se haya visto obligado a reducir el plantel de sus propios trabajadores, responsables de su gestión, de la afiliación o, como es obligado, de la defensa de sus representados. Sobran ejemplos. Pero lo cierto es que, si por un lado buena parte de la argumentación social de los últimos años se centró en descalificar, y en consecuencia en oponerse a la reforma laboral que reducía hasta los 20 días por año trabajado la indemnización a un trabajador despedido, no dolieron tampoco prendas en aplicar esa misma normativa a sus propios empleados. Decir que ésta es una decisión incongruente no resume la realidad. El cinismo, o la deshilachada práctica del mismo del que estos agentes sociales han hecho gala sin el menor sonrojo, está más próximo a esa explicación.
Saber hasta qué punto el sindicalismo conocido ha podido asumir tan radicales hechos como tan significativo cambio social como el que ha vivido este país sigue siendo un interrogante todavía sin contestar. Puede que la cuestión ya ni siquiera sea esta última y que lo que la sociedad actual se esté cuestionando sea, simple y esencialmente, si el sindicalismo actual tiene alguna pregunta que hacerse.

Sindicatos y sociedad

Te puede interesar