Un Gobierno de sobresaltos

La llegada de Pedro Sánchez a la Presidencia del Gobierno fue, cuando menos, abrupta. Sus acuerdos con los podemitas, nacionalistas, comunistas y pro-etarrras hacían prever una estabilidad poco estable. Los intereses tan distintos de Podemos y PNV o convergentes tendrían que encontrarse antes a poder recoger, pero daba igual, Sánchez quería llegar como fuera y eligió el camino más corto, pero también el más empinado.
Con todo, los problemas de Sánchez no tienen su nudo gordiano ahí, si no en la retahíla de “desfeitas” que sus ministros “estrella” traían en su mochila. Poco más de cien días a los mandos y Sánchez se ha enfrentado a tres crisis y media con ceses de ministro y ministra y con un horizonte lleno de nubarrones que empieza a afectar a algunos dirigentes territoriales que ven venir la debacle por mucho que un CIS amigo intente desdibujarla. Empezó Maxim Huerta, que no duró ni un café y eso puso en alerta al recién nombrado Gobierno. Le siguió la ministra Montón que tuvo que irse tras proclamar con firmeza que “no todos somos iguales”.
Las alarmas saltaron y la debilidad del Gobierno se hizo patente, sus apoyos en la moción de censura se miraban de reojo como diciendo “¿pero qué es esto?”. Pusieron cara de circunstancias y con el silencio, los socios de Sánchez miraron para otro lado, pero todo tiene un límite. La ministra de Justicia se retrató en una comida con el presidiario Villarejo, en la que no dudó en tildar de “maricón” a su compañero Marlaska, homosexual autoproclamado y felizmente casado con su marido desde hace años. Reconozcamos que de haber sido un dirigente del PP el que pronunciara tal calificativo lo perseguirían a gorrazos los Lgtbi. Pero, además, en su encuentro con Villarejo, reconoció que ella trabajaba mejor con “tíos que con tías”. Aquí nadie me discutirá que de ser un pepero le montan manifestaciones las feministas hasta en su casa.
La ministra de Sanchez, feminista confesa y defensora de la libertad sexual, parece que no ejerce en la intimidad. No sé si durará mucho como ministra, pero el PP tiene ahí un filón para su tarea de desgaste. Y cuando las aguas están revueltas con la ministra y Villarejo va y le da una vuelta más, y no será la última, reconociendo que magistrados y fiscales se divertían con niñas menores de edad en un viaje supuestamente de trabajo. Creo que tiene contenta a la judicatura. Pues no se crean que aquí acaba el cuento. El Gobierno de los sobresaltos tiene al ministro astronauta levitando porque parece ser que se compró un chalet a nombre de una empresa para evitar unos impuestillos de nada. El propio Sanchez exigió la dimisión de Moix por hacer lo mismo, eso sí, cuando gobernaba al PP.
Y así un día tras otro en esto que es ya un sinvivir. ¿Qué será lo próximo? La situación de España no soporta tanto sobresalto y el PSOE tampoco. Es hora de llamar a las urnas y, si Sánchez gana, tendremos el premio que nos merecemos. Por donde vamos no se puede continuar. Hasta la izquierda mediática se ha quedado sin argumentos para defender lo indefendible y ahora empieza a pensar que abrir el melón de los masters se ha vuelto en su contra en un efecto boomerang que amenaza con decapitar a medio Gobierno de Sánchez.

Un Gobierno de sobresaltos

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