Tiempo muerto

Algunos deportes contemplan la posibilidad de parar el juego cuando el entrenador entiende que sus jugadores necesitan recibir instrucciones para recuperar el orden o la estrategia. Quizá los jóvenes entendieran mejor, en el mundo digital en el que vivimos, si les dijéramos que es necesario un tiempo para resetear. Lo que se necesita muchas veces en la vida es un tiempo para pensar. 
Tengo la sensación de que nos estamos acostumbrando a vivir sin pensar, a limitarnos a arrancar hojas del calendario sin detenernos a analizar las cosas que vivimos y cuando las cosas se hacen sin pensar suelen producir efectos que no nos gustan. Porque, si bien es cierto que no nos damos unos minutos para la reflexión, sí le dedicamos horas, días o meses, en esto no escatimamos, para quejarnos. 
Sustituir la reflexión por la protesta nos hace una sociedad más mediocre, que margina la inteligencia para sustituirla por el llanto. Lo sucedido en España en este mes exigiría que los ciudadanos pudiéramos disfrutar de un tiempo muerto que nos ayudara a asimilar los hechos que están condicionando nuestra vida y a los que asistimos como espectadores. 
Reparen sino en los hechos mas relevantes sucedidos en apenas 15 días; una moción de censura destituye a Rajoy, un nuevo presidente toma las riendas sustentado por 22 formaciones, muchas de ellas antagonistas entre sí, que dan a luz un gobierno que se apoya en 84 diputados de un Parlamento de 350. Su debilidad es un hecho cierto y, sin embargo, la configuración del Ejecutivo ha suscitado algunas expectativas ilusionantes entre los españoles. Por primera vez tenemos un gobierno sin urnas, legal y, por tanto, legítimo o tal vez no. 
Cuando Pedro Sánchez fue censurado por su Comité Federal fueron muchas las voces de socialistas que recriminaron la acción y reclamaron que se diera voz a las bases, que, según ellos, eran las únicas que legítimamente podían derrocar a su secretario general. No sé por qué este argumento no fue utilizado por ningún líder del PP toda vez que el propio Sánchez les había dado la mejor explicación de lo que entendía era un acto legal pero no legítimo. 
Poco duró la felicidad del Gobierno, pues en cinco días vivió su primera crisis con el cese del ministro de Cultura, atrapado por sus cuentas con Hacienda. Bien es cierto que el presidente tuvo la inteligencia de cortar por lo sano y no dejar que la lapidación lastrara la virginidad de su Ejecutivo. 
En estos mismos días España mostró su faz más solidaria rescatando a más de 600 seres humanos cuya muerte se antojaba anunciada. Todos aplaudimos el gesto, pero muchos se preguntan si la solidaridad demostrada habría que procurársela a los niños españoles y sus familias que viven en la pobreza o al borde de la misma. Ofrecer casas y sueldos está bien, si se puede, pero hay quien recuerda que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. 
Añadamos el próximo encarcelamiento de un miembro de la familia real o el cese del seleccionador nacional de fútbol a unas horas del comienzo del mundial. Sé que son muchas cosas y que todas nos han sucedido a nosotros y aquí, en apenas 15 días. Ruego a gobernantes y gobernados un tiempo muerto.

Tiempo muerto

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