¿Sabemos lo que queremos?

sé que compartimos el hartazgo con el tema independentista catalán. Como ya recogimos en esta misma columna hace algún tiempo, parece el cuento de nunca acabar con tendencia a empeorar, a complicarse. Lo que está claro es que los dirigentes separatistas saben bien a dónde quieren llegar y lo que están dispuestos a hacer para conseguir sus objetivos. Se saltan las leyes a la torera, convocan referéndums ilegales, someten a votación decisiones judiciales y rompen el orden en la calle a su antojo. Queman banderas con barra libre y pisotean la figura del rey como si de un pin pan pun se tratara.
Cada día es un nuevo desafío al Estado para retroalimentar su república virtual y ya de paso a sus agitadores callejeros, que han pasado a sus gobernantes por la izquierda y no dudan en utilizar la violencia. Han creado un monstruo y han perdido el control sobre él mismo. Lo de Cataluña fue grave y lo han llevado hasta el nivel de gravedad extrema. A grandes rasgos esta es la foto fija de la Cataluña de hoy y todos la hemos visto con nuestros propios ojos.
Pero... y el Estado, ¿qué está dispuesto a hacer? Esta cuestión es más compleja que la anterior, aunque a priori parecería más sencilla de responder, pues desde el sentido común cualquier Estado democrático debe defender y proteger su integridad territorial, el Estado de Derecho y sus leyes, con la Constitución al frente. Pero la situación se complicó el mismo día en que el presidente Sanchez aceptó los votos de los independentistas en su moción de censura.
Nunca se explicó a los ciudadanos cómo fue aquella negociación ni a que acuerdos se llegaron, pero en el imaginario colectivo está que los independentistas no dieron su apoyo gratis a Sanchez para ocupar la Moncloa. Esta idea cobra fuerza tras el órdago del atorrante Torra, que tiene apariencia de factura: te apoyamos, nos prometiste y ahora queremos lo nuestro. Este debate se plantea a pocas semanas de intentar cerrar unos presupuestos que el Gobierno de Sanchez necesita aprobar para continuar de inquilino en el palacio presidencial, pues de no conseguirlo, según el propio Sanchez, tendría que ir a elecciones, cosa de la que el presidente no quiere ni oír hablar y ya es curioso, porque su propio CIS, debidamente cocinado, le augura una amplia victoria en las urnas. Ese CIS no se lo cree ni el propio Sanchez, que, de creérselo, hubiera convocado en el minuto uno para sacudirse, entre otras cosas, las pulgas que le lastran del separatismo catalán.
El Estado debe saber y decir lo que quiere, debe buscar la complicidad de los españoles, a los que debe lanzar un mensaje claro de que hay alguien a los mandos que sabe lo que hace. Aunar voluntades de los partidos constitucionalistas en un gran pacto de Estado que pase por un 155 profundo y de larga duración. Lo que está ocurriendo solo se explica por el trabajo realizado durante años en las escuelas catalanas, lo que se cuenta desde los medios públicos catalanes y ahí hay que intervenir a largo plazo. Aún hoy, las escuelas siguen fabricando independentistas en Cataluña ante la pasividad del Estado. Espero que los que están a los mandos sepan lo que hacen porque, de no ser así, volvernos a la canción, ¡estamos locos ¡

 

 

¿Sabemos lo que queremos?

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