¿Por qué Feijoo?

Las encuestas publicadas apuntan a un éxito contundente del candidato popular. Así ha ocurrido en todas las elecciones a las que se ha presentado y podemos decir que Galicia confía en su presidente y le renueva el voto cada vez que es llamada a las urnas. Esto tiene que tener alguna explicación, porque la inteligencia del pueblo gallego está más que acreditada a lo largo de los siglos y, mantener esta expectativa de voto en tiempos revueltos tiene un mérito indiscutible. Sin embargo, no todo el mérito ha de ser del candidato del Partido Popular y de su equipo, también hay que buscar razones en las posibles alternativas reales al propio Feijoo y ahí surgen muchas preguntas a las que los gallegos, de forma pertinaz, responden siempre con su apoyo al popular. El debate de la TVG es buen reflejo de los problemas de la inexistente alternativa de gobierno, solo coinciden desde la oposición en su deseo de desbancar a Feijoo, sin un candidato único, sin un programa común y aglutinando a diez partidos políticos diferentes con planteamientos tan dispares que no completan las piezas del puzle imprescindibles para presentar un proyecto compartido que pueda ser tomado en serio por el cuerpo electoral de Galicia. No proponen una experiencia conjunta si no un experimento político de más que dudosa viabilidad y que en tiempos de crisis como la que vivimos no ofrece ninguna garantía de futuro para esta tierra. En realidad, la oposición gallega juega otra liga, luchan por ser segundos, terceros o cuartos e incluso por su propia supervivencia. La Marea que al abrigo de Podemos se presentó a las pasadas elecciones acabó como el Rosario de la Aurora y ahora concurren como fuerzas distintas y que se profesan un odio profundo entre ellos e incluso contra el PSOE como quedó claro en el último pleno del ayuntamiento de La Coruña donde los podemitas abandonaron el salón en protesta contra la alcaldesa socialista. A su vez, el PSOE que se confiesa no nacionalista confronta con el Bloque con el que ya formó gobierno en el tristemente recordado bipartito que duró una legislatura. Podría extenderme en las disputas y las diferencias que distancian a los diez partidos que tendrían que entenderse para forzar una hipotética aritmética parlamentaria que los acercara al poder en la Xunta de Galicia, pero es innecesario, basta con saber que no han sido capaces de sentarse en una mesa a acordar un programa conjunto para enfrentarlo al programa del candidato Feijóo y presentarlo a la sociedad gallega. O no han querido, o no han sabido o no han podido hacerlo, pero en cualquier caso no lo han hecho y solo parecen acreditar su acuerdo de sacar al PP como sea de la presidencia del gobierno gallego. Por eso en el mencionado debate se vio una especie de acoso pandillero de seis contra uno para lo cual presentaron una imagen de Galicia tan catastrófica que no se la creen ni los más cafeteros de la causa. Para disgusto de la oposición multipartita, la gestión de la crisis del Covid ha sido bien valorada por los gallegos e incluso ministros del gobierno de Sánchez han reconocido al presidente gallego el mérito y los resultados de sus decisiones que llevaron a Galicia a ser la primera comunidad en recuperar la “nueva normalidad” y que hoy tiene sus UCI vacías de enfermos de Covid y la pandemia razonablemente controlada. Si a eso le añadimos los datos del paro que dicen que sube en España y baja en Galicia, la oposición lo tiene complicado para explicar su retorcida percepción de la realidad gallega. Feijóo debiera agradecer a sus oponentes la alfombra roja que le han puesto sus adversarios para renovar su mandato al frente de la Xunta de Galicia. Solo el exceso de confianza de su electorado que decida dar la victoria por hecha y no ir a votar, puede poner en peligro una nueva mayoría suficiente para gobernar cuatro años más.

¿Por qué Feijoo?

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