Padre nuestro

Los que somos creyentes tenemos la suerte de tener a quien recurrir en casos de necesidad, fortuna que no tienen los agnósticos salvo cuando van en un avión con un vuelo complicado y entonces recuperan las más profundas convicciones religiosas y rezan que da gusto verlos. Lo cierto es que el interminable sainete de Puigdemont nos acerca cada vez más, a la oración necesitamos que esto se acabe de una vez y retomar la senda de la racionalidad y del sentido común.
Con champán celebramos algunos los whats del expresident, porque no podían ser más explícitos en el anuncio del ridículo y el fracaso que ha alcanzado su procés. Incluso se daba por amortizado, ante la traición de los suyos, que ya piensan más en el sálvese quien pueda que en el de Gerona. No están dispuestos a acabar entre rejas por los caprichos del soñador delirante. El procés está muerto y ya huele a podrido, los últimos coletazos que están dando los cadáveres políticos que lo intentan alimentar ya no convencen ni a los suyos.
De ahí los episodios de violencia que generan en sus manifestaciones los más asilvestrados a los que su sectarismo les lleva a perder la cabeza y las formas. Los mensajes ponen de relieve el doble lenguaje de los separatistas que en privado dicen una cosa y en público la contraria. Saben que están mintiendo a su pueblo, siempre lo supieron, pero jamás les importó. Para ello siguen contando con la televisión autonómica que el 155 no se atrevió a intervenir y habrá que hacerlo más pronto que tarde, porque es absurdo dejar en manos del enemigo su mejor arma y porque para hacer una tortilla hay que romper huevos.
Interpretan la generosidad o la cortesía como debilidad, así son los golpistas catalanes, por ello llegó el momento de poner pie en pared y no ceder ni un milímetro. Ahora no sabemos si quieren un gobierno o elecciones, si quieren a Puigdemont o a otro, si van a aparcar el temita o lo van a alargar hasta acabar todos en un psiquiátrico. No sabemos nada y ellos tampoco. Algunos bien intencionados les creyeron, minoría, pero no pocos y de verdad pensaron que el lío que han montado finalizaría con una Cataluña más feliz, pero los libros que recogen todo, les han plantado frente a la realidad, como ya escribió Sigmund Freud: “Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y otra serlo”.
Esta duda solo nos la despejarán los catalanes con el tiempo, pero ya no queda mucho si no quieren llevar a su tierra a la ruina. No reconozco esta Cataluña. Y es que el Estado ha sido muy generoso con este problema y quizás errado, les ha permitido llegar demasiado lejos creyendo que ellos lo agradecerían. Volvamos a los libros; Martin Luther King dijo: “Nada se olvida más despacio que una ofensa, y nada más rápido que un favor”. Desde hace cuarenta años venimos cediendo a las exigencias de los nacionalistas para que permanezcan tranquilos y con nosotros, juntos, pero no lo han entendido, lo han olvidado y en el momento más difícil de la economía han atacado a matar aprovechándose de la situación del país. Esto se ha acabado, decía Puigdemont, pues sí, pero mientras dan sus últimos estertores, nosotros, los creyentes, seguiremos rezando para que, algún día, recuperen el senny. Amén.

Padre nuestro

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