Se venía venir

Hay cosas que, dicho en román paladino, se veía venir; y lo que le está pasando a la Iglesia, era fácil de predecir. 

Las personas que, desde distintas posiciones, somos críticos con las posturas de la mayoría de los dirigentes de la Iglesia, incluidas las del Papa, no somos enemigos ni pájaros de mal agüero, ni amigos del desastre. 
Entendemos que el amor, implica franqueza y sinceridad, lo contrario sería faltar a la fidelidad, y estaríamos faltando a lo que en el argot eclesial se dice “corrección fraterna”. 

Cuando discrepamos decisiones, no estamos contraviniendo dogmas, aunque tal confusión les gusta a bastantes Jerarcas porque en ese mar de dudas, viven mejor.

Los que observamos, somos observadores (obvio); a los que pertenecen a una organización y aplauden siempre, ocurra lo que ocurra, utilizando el mismo lenguaje popular, se les llama “pelotas”. Los observadores-opinadores, en el afán de que las cosas mejoren, incluso (casi siempre inconscientemente) aportamos líneas de trabajo (que no ideas) y no lo hacemos porque seamos más listos, que en mi caso no lo soy, ni lo pretendo; Dios me libre de tal cosa. 

Pero tengo el derecho a practicar la crítica, aún equivocado, aunque algunos insistan en que no.

La Iglesia Jerárquica está que explota. Llena de problemas y disensiones; a polémica diaria, y ocurre que normalmente pasan de ella, ignorándola. 

Sufrimos desde la bipolaridad del Papa (lo último, el lío del beso del anillo papal y la dimisión en bloque de las mujeres periodistas del mensual femenino del Vaticano), hasta el pasotismo mayoritario de  los obispos, o el conformismo y desilusión que abunda entre los sacerdotes que se esfuerzan y sienten que están solos y no dentro de la Iglesia. 

Porque ¡mira que hay torpes! como el Presidente de la Conferencia Episcopal u otro bipolar como el obispo de Granada y el poco estable Obispo de Solsona, y más que ni nombrarles vale la pena. Estos personajes están rompiendo la Iglesia en pedazos al más clásico estilo cainita con las consecuencias que las estadísticas confirman. Pero la culpa… es de los demás, el incapaz dixit.

Se venía venir

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