La recurrente falta de vocaciones

n distintas ocasiones he comentado lo que  los distintos portavoces y actores de la Iglesia Jerárquica  “la Nueva Evangelización”  y sigo reiterándome en lo que he dicho siempre, no sé que es, aunque lo intuyo. 
A la vez estoy convencido que seguiré sin saberlo. Por la Jerarquía se ha convertido en una respuesta recurrente cuando un medio de comunicación entrevista a algún obispo, siempre surge la pregunta sobre la situación de la Iglesia Católica, sin dudar aparece la mágica respuesta de que no hay vocaciones (siendo cierta la escasez de vocaciones sacerdotales) pero esta respuesta o mejor dicho lamento, lo he escuchado “de siempre” que diría mi amigo, desde aquellos tiempos en que mi memoria se pierde y que ya son una pila de años. 
Desde aquellos días hasta ahora, ¿qué ha cambiado? ¿Qué medidas o qué recetas se han aplicado para paliar la ausencia de vocaciones? Y la pregunta del millón  por tanto ¿cómo serán las comunidades dentro del plazo corto? Es un debate importante  que no sé si se produce en los ámbitos que debieran producirse, porque tampoco se escucha que exista ni hay noticia de  que se hayan celebrado ni se conocen propuestas. 
Incluso habiéndolo preguntado directamente a representantes eclesiales y en foros, no hay respuesta, o pistas, que pudiese interpretarse como que haya hipótesis de trabajo convincentes. Y fácil la solución no es porque las salidas a las crisis  siempre son varias y enlazadas, y en este caso es evidente que la ausencia de vocaciones va ligada a la ausencia de fieles y otros problemas; es la pescadilla que se muerde la cola. 
¿Cómo se hace la Nueva Evangelización sin evangelizadores? No tengo ni idea, con el añadido de que además, frecuentemente, quien debería animar y liderar, estorba. 
El parche de las experiencias de agrupaciones de parroquias solo lleva a prolongar más una situación de debilidad. 
Y estamos así porque no se afronta con decisión la participación de los laicos en la Iglesia y con ellos dibujar la Evangelización de nuevo, que no nueva. Los lloros y lamentos suelen conducir y acabar en depresión y hastío.

La recurrente falta de vocaciones

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