Consejos doy...

Las armas usadas por la Iglesia Católica para influir en los ámbitos de poder han sido la confesión y la amenaza del fuego eterno del infierno; con estas dos potentes herramientas (información y miedo), ha influido en occidente durante siglos. A estas dos hay que añadir otras que han pasado más desapercibidas, pero no por ello menos eficaces: la magistral idea de trasmitir que la Jerarquía es la única Iglesia y su obsesión por demonizar la sexualidad, hasta casi convertir el sexo en el peor y más obscuro pecado. Estas armas de “confusión masiva”, ocurre que se van quedando sin munición, circunstancia que debieron entender los promotores y defensores del Concilio Vaticano II que vieron la necesidad de renovar los arsenales de ideas y maneras, pero como en todos los ámbitos, aquellos que tienen miedo a los cambios y al libre pensamiento, se hicieron fuertes y ganaron; provocando que hoy tengamos la Iglesia que tenemos, llena de confusión y despropósitos.
Desde este rincón he defendido al Papa Francisco en muchas ocasiones, y en otras tantas he explicado mi desconfianza. Imagino que los bandazos del Papa obedecen a la política y quizás se vea obligado a ceder en ocasiones. Pero desconfío más de los conversos al Papa que lo invocan por darse un aire “progre”, porque “dicen y no hacen” generando más dudas. Ejemplo de tal desconfianza está, como no, ligada a la sexualidad que tanto los aturulla. Últimamente dijo el Papa: la Iglesia debe abrir sus puertas a los homosexuales; ahora dice que hay que evitar que los homosexuales se ordenen sacerdotes. Esto lo va a tener que explicar muy despacio para que los simples mortales lo entendamos y sobre todo el tono altivo que del comunicado.
El sexo los descola, cuando resulta que es sencillo. Afróntenlo con decisión, con realismo. ¿O seguimos creyendo que los niños vienen de Paris? El ámbito sexual les asusta y así pasa lo que pasa. Lo ocultan envolviéndolo en un aire sectario sin sentido y no entienden que obviar la realidad solo conduce a practicar la mentira y esta lleva al alejamiento y a: Consejos doy que para mí no tengo.
 

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