Y yo más

Cuando comencé a abordar tímidamente las diferencias entre mujeres y hombre en el ámbito laboral nunca hubiese pensado que llegaría el día en que los partidos políticos, entidades sociales, colectivos de toda clase y condición, incluso entidades privadas, se pelarían por quién se lleva la palma en la defensa de las mujeres. Tengo la impresión de que hasta los Boy Scouts están a punto de refundarse para que no los etiqueten de machistas…
En esos años hablar de paridad, igualdad de género, machismo, discriminación positiva o cuotas era algo que solo comprendían los entendidos. O sea, unos pocos. Los medios ignoraban el tema y los crímenes pasionales campaban a sus anchas para definir lo que hoy llamamos violencia machista o de género. 
A ningún político se le ocurría empezar su discurso con amigos y amigas, ciudadanos y ciudadanas, y en la Academia de la Lengua no se debatía ni por asomo sobre la feminización del español. A nadie se le ocurría cambiar los nombres de las calles como, menos aún, considerar que era necesario prohibir los piropos…
La Ley de Igualdad tiene una década y en su momento resultó para muchos una osadía, por no hablar del propio Ministerio de Igualdad, que suscitó más de alguna risotada. A partir de ese momento todo comenzó a cambiar, pero créanme si les digo que personalmente nunca pensé que llegaríamos tan lejos. Es más, nunca pensé que en el Congreso de los Diputados o en un Parlamento autonómico escucharía a un portavoz hablar de “nosotras” para referirse a su grupo.
En una reciente reunión con un alto cargo público he sentido que debía tranquilizarlo, el hombre me miraba casi con temor. No se preocupe, le dije, nosotras no queremos imponer cuotas. Ah –dijo– menos mal… y suspiró más tranquilo.
Los hombres públicos, en general, y los dirigentes políticos, en particular, están sometidos a la tiranía de lo políticamente correcto. Básicamente por dos razones: la primera es que no desean verse señalados como machistas y que su nombre circule por las redes con ese estigma y la segunda porque están en una carrera frenética por conseguir el título de la formación que más defiende la igualdad. 
Y de pronto aparece una formación que, desafiando todas las reglas de lo políticamente correcto, arremete contra el Pacto de Estado contra la Violencia de Género, pone en duda las denuncias por malos tratos y proclama que la Ley  de Violencia debe ser sustituida por una ley de “violencia intrafamilar”.
¿Qué ha pasado? ¿Cómo ha pasado el tema de la igualdad de sexos  de ser la última de las preocupaciones de los políticos a convertirse en el caballo de batalla de la contienda electoral?
Hemos pasado del “y tú más” al “yo doy más” sin darnos cuenta, mientras algunas esperamos que, sin ir más lejos, se retome cuanto antes un poco de sentido común en estos temas.

Y yo más

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