Davos

Casi todas las instituciones supranacionales se ponen nerviosas cuando deben reunir a sus representantes y se dan cuenta del desequilibrio manifiesto entre hombres y mujeres. Al Foro Económico Mundial, más conocido por el nombre de la pequeña ciudad suiza que le acoge anualmente –Davos- le ocurre lo mismo. El Foro de Davos lleva ya 48 años reuniendo a los máximos responsables de la economía del planeta para analizar la situación económica mundial y ofrecer respuestas a las principales incógnitas del futuro.
Como ya se puede usted imaginar la presencia femenina es más bien escasa. De hecho, en sus 48 años de vida este es el año que más mujeres asisten al encuentro: apenas se llega a un 21% de los participantes (no se consuela el que no quiere). Cada año Davos recibe un tirón de orejas de medios de comunicación y organizaciones feministas que le reprochan esta exigua presencia. Este año los organizadores han decidido que, para resolver el quebradero de cabeza llamado paridad e igualdad entre sexos, la manera más eficaz era ceder la dirección a mujeres. Así pues, dos señoras dirigen el encuentro: Erna Solberg, primera ministra noruega, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde. Eso sí, los líderes del Foro de Davos seguirán siendo los señores: el presidente, Borge Brende y el fundador, Klaus Schwab.
En el año 2014 el primer ministro japonés Shinzo Abe lideró la organización de un Davos femenino. Abe recogía así el resultado de un informe del FMI que indicaba que si las mujeres se incorporaban de manera generalizada al mercado laboral, el PIB (Producto Interno Bruto) podría crecer hasta un 34% según el país. El Davos femenino tuvo lugar con la presencia de Christine Lagarde y el propio Shinzo Abe. Pero su repercusión fue nula, no abrió ningún telediario, no se le dedicó ninguna portada; es más, creo que sólo circulan por la red unas pocas fotos de la pareja Lagarde-Abe, únicas huellas del magno acontecimiento. El Davos Femenino pasó sin pena ni gloria y ante el éxito se ve que nadie ha querido volver a intentarlo.
Y es que ese no es el camino. No se trata de hacer la versión femenina de las cosas para contentar al feminismo o ganar un par de titulares elogiosos. Tampoco se trata de poner a dirigir el evento a dos mujeres cuando lo que de verdad importa es que en su conjunto apenas se consigue una representación del 21%. Al fin de cuentas las decisiones las tomará el 80%. El propio Foro Económico Mundial realiza un informe sobre igualdad de género, el último, reconoce que las diferencias entre hombres y mujeres han crecido en 2017. El estudio añadía argumentos inapelables: de conseguir la paridad entre los sexos Francia aumentaría su PIB en 320.000 millones de dólares, Japón en 550.000 millones y Estados Unidos en 1,7 billones en billetes verdes. Me da que pensar que, con la desigualdad entre sexos creciente, caben dos posibilidades: o los líderes de los Estados y los grupos económicos no se han leído el informe o no pueden (o no quieren) ofrecer al planeta soluciones.

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