Las mujeres que trabajan gratis

miren a la mujer que tengan más cerca. A su hija, a su hermana, a su compañera de trabajo, a la vecina con la que coinciden en el ascensor por las mañanas. Hasta final de año todas ellas están trabajando gratis. No en sentido literal, sino estadístico. Pero vergonzosamente real. La llamada brecha salarial, de la que muchos han conocido su existencia hace apenas unos meses, cuando empezó a tener espacio en informativos y periódicos, supone que las españolas (en femenino) tengan el equivalente a dos meses de sueldo menos que los hombres. ¿Le ven algún sentido? Ellas tampoco. 
Esta reminiscencia de aquellos tiempos en los que las afortunadas que accedían al mercado laboral lo hacían como ciudadanas de segunda no tiene cabida en una sociedad que se cree avanzada en derechos y oportunidades.
El año pasado la brecha salarial era del 26,5%. El salario medio femenino estaba situado en 1.708,4 euros mensuales, mientras que el de los hombres era de 2.161,3 euros mensuales. La interpretación del INE respecto a estos datos demoledores es que hay más mujeres que trabajan a tiempo parcial, con contratos temporales y en ramas de actividad menos remuneradas. Se les siguen reservando las tareas menos agradecidas, especialmente en lo económico.
Luego está la otra brecha salarial: la de los que desempeñan el mismo puesto pero reciben nóminas más o menos abultadas en función de si portan cromosomas XX o XY. Aquí la cuestión no es que los contratos sean por menos horas o que la tarea de unos y otras merezca diferente remuneración. Simplemente, ellas cobran menos. Porque sí. Porque queda mucho por andar en cuestiones de igualdad. En esas cuestiones que a final de mes resultan más decisivas que decir “todos y todas”.

Las mujeres que trabajan gratis

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