La limpieza étnica que al final no lo será

La limpieza étnica que al final no lo será

FRAGA era más cazador que pescador, pero de vez en cuando también iba a los panchos. Mientras esperaba a que que picasen tenía como compañeras a las gaviotas, con las que se familiarizó tanto que cuando le enseñaron el logotipo del partido con un ave, decidió que aquello era una gaviota. Años más tarde, Fernando Martínez Vidal, padre del anagrama, concejal popular en Madrid y publicista, desveló que aquello era un charrán y no una gaviota. Hubo que ir corriendo al diccionario de la Academia para saber qué era eso del charrán, un término al que reserva dos acepciones: 1. Pillo, tunante. 2. Ave marina de cuerpo grácil, parte superior de la cabeza de color negro, pico largo y afilado y cola profundamente ahorquillada. Se supone que Martínez Vidal se inspiró en la segunda, pero solo para él es ese pajarito, pera el resto del mundo sigue siendo una gaviota. Por eso cuando la concejala de Bienestar Vegetal, María García, biotopo pata negra, anunció que sellará el estanque de Adormideras para eliminar las gaviotas un escalofrío recorrió a los coruñeses, que pensaron que iba a realizar una limpieza étnica para dejar la ciudad libre de peperos. Pero no, no se refería a los militantes del PP sino a las gaivotas de verdad. ¡Hala!, ya perdió los votos de los ornitólogos. FOTO: maría garcía gesticula como para espantar a un pájaro | aec

La limpieza étnica que al final no lo será

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