Un final sorprendente


LOS comienzos de José Manuel Dapena como portavoz municipal del PSOE fueron prometedores. Nada más tomada la alternativa –Galicia, Mellor sen Touradas–, resumió con una frase antológica el bochornoso espectáculo que había protagonizado Xulio Ferreiro, el Varoufakis de A Gaiteira, al comparar el Puerto Exterior con el aeropuerto de Castellón: “El alcalde fue a vender la ciudad a Madrid y la dejó vendida”. Semanas después soltó otra perla: “La ciudadanía sabrá distinguir quién quería cambio y quién quería sillones”. Daba la impresión de que, al fin, se había acabado la atonía en la que estaban sumidos los socialistas desde la marcha de Paco Vázquez, el coruñesismo hecho hombre, y Carlos González-Garcés, pero esa ilusión ha muerto repentinamente, pues Dapena ha dicho bye, bye de forma sorprendente. Sorprendente, al menos, para quienes no están metidos en los entresijos de María Pita, porque a otros –socialistas también–, que viven eternamente metidos en ellos o disfrutan metiéndose desde la noche de los tiempos en cualquier entresijo que tenga que ver con el partido, no les llegaba el momento de que se fuese, pese a lo mucho que se esforzaban para lograrlo.

Un final sorprendente

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