Cuando sale lo peor de las personas

las crisis sacan lo mejor de unas personas y lo peor de otras. Hay voluntarios fabricando mascarillas, repartiendo comida o haciendo la compra para desconocidos y luego hay gente que intenta echar de casa a sus vecinos por ser un posible foco de contagio. Esos vecinos son médicos, enfermeros y cajeros de supermercado. Los mismos a los que aplauden cada tarde desde la ventana y de los que hablan maravillas porque su labor es esencial. Pero los quieren lejos. Y no tienen problema en dejarles en las puertas de sus casas mensajes en los que les piden “por responsabilidad” que dejen el edificio para no propagar el virus entre la comunidad. El miedo es libre y el ser un desagradecido y un inhumano, por lo visto, es un mal extendido. Eso sí, a las ocho, todos a sonreírnos al vernos asomados y a cantar “Resistiré” como si fuésemos una piña y no un atajo de hipócritas.

Cuando sale lo peor de las personas

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