Una caducidad que no lo era nada más que en la ficción

Una caducidad que no lo era nada más que en la ficción

ESTÁ efervescente la yihad del eucalipto. Las hachas están bien afiladas y las sierras mecánicas engrasadas para lanzarse en tropel al monte a arrasar a la especie invasora. Después, el nirvana; Galicia poblada por bosques autóctonos caducifolios. En cambio, el encargado de las caducidades –caducidades de las licencias de obra– en el Concello de A Coruña, Xiao Varela, que simultanea esa labor con la de responsable de la Concejalía de Paseo de Bicicletas –camina por la calle con una como quien lleva al perro a hacer sus necesidades, pero jamás se le ha visto pedaleando–, no se entera de la cuestión. Claro, él es un urbanita –urbanista, más bien no– y sabe poco de los asuntos vegetales, si acaso de regar los geranios que tiene plantados en la ventana de su casa, pero de caducidades no tiene ni idea y así pasa lo que pasa, que declara extinto un permiso para construir un edificio y por detrás llega la justicia y sentencia que de eso nada, que Urbanismo vulneró los plazos legales para que se extinguiese el derecho. ¡Menudo tronco! Lo cogen los de la yihad despistado en un monte, descansando a la sombra de un carballo, y lo talan. FOTO: xiao varela, disfrazado de trabajador | aec

Una caducidad que no lo era nada más que en la ficción

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