Regina Giménez y la arquitectura moderna


Dentro de su programación de Doce Miradas.Riverside, la galería Vilaseco ofrece un políptico de sesenta y cuatro piezas de Regina Giménez (Barcelona, 1966), que viene a ser una especie de retablo, en el que deja constancia de un modo de estética que fue el que se impuso en la arquitectura de los años 50, que se caracterizó por los presupuestos del funcionalismo y por la aportación de nuevos materiales constructivos. Se trata de una evocación (en cita de la novela “Los mandarines” de Simone de Beauvoir) de lo que fueron aquellos años que sucedieron a la Segunda Guerra Mundial, en que muchas ciudades europeas tuvieron que reconstruirse y surgieron nuevos barrios en los que predominó un modo de edificación dominada por la cuadrícula y lo ortogonal..
Las piezas realizadas por Regina Jiménez provienen de recortes de los anuncios del número 56 de la revista L’arquitecture d’aujourd’ui, fundada por André Bloc, arquitecto, escultor y pintor y que seguía los presupuestos del movimiento moderno y de las formas geométrico-constructivistas, una tendencia dominada por el ángulo recto y por la reducción del color propuesta por Piet Mondrian. De esa búsqueda de lo claro, lo funcional es un exponente esta obra que Regina confeccionó, por medio de la técnica del collage, retirando los textos y las leyendas de publicidad, lo que da como resultado unas obras en las que sólo queda la pureza compositiva y la eficacia del diseño; también traen la evocación de un tiempo que fue previo a la sociedad de consumo, aunque quizá ya la preparaba.
Domina las composiciones el espacio blanco que es atravesado por líneas rectas, y por planos de tres colores exclusivamente: el negro, el naranja y el gris; lo que se busca es la claridad, la eficacia del mensaje, que nada se interfiera entre la mirada del sujeto que lo recibe y del objeto que se le ofrece; claro que, en el caso de Regina es además una declaración de nostálgica evocación de un tiempo que no vivió, porque nació después, pero sí conoció los resultados de aquel frenesí constructivo y de aquellos materiales. Ahí están esos suelos de baldosa y de linóleo, muebles de formica, lavabos, radiadores, cocinas, baños, azulejos, tejados, grifos, revestimientos de paredes, tuberías, persianas, puertas de contrachapado, marcos de aluminio para ventanas, sofás re-convertibles en cama y tantos otros materiales que pasan a construir el sueño de una casa feliz, aséptica, limpia, en un barrio cómodo, junto a la orilla de un idílico camino o, mejor aún, una casa en las nubes. Más de medio siglo después de aquel boom, con su reconstrucción retrospectiva, Regina Giménez saca a relucir –según dice Juliá Guillamón– “ la verdad oculta de la utopía moderna”.

Regina Giménez y la arquitectura moderna

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