Frankestein llega mañana

i los augurios y las cuentas se cumplen y no hay ningún otro ataque de dignidad, léase Ana Oramas o Revilla, Sánchez sera hoy presidente investido. Lo será con los votos de la extrema izquierda y el PNV, y la aquiescencia de los separatistas de ERC y los filoetarras de Bildu más uno de Teruel, que ha arrastrado el nombre de su provincia y de sus gentes a cambio de unas lentejas, más que nadie seguramente para el mismo y, según parece, también para su señora. El Gobierno sanchistapodemita da comienzo y tendrá por delante cuatro años, si el caudillo socialista puede aguantarlo y mantenerse. Tiene un comodín. Los han dicho sus “compañeros de viaje”, él es la mejor garantía para conseguir lo que a ellos les venga en gana.
Es bastante lógico, incluso por las propias palabras y promesas de Sánchez cuando renegaba por siempre jamás (“palabra de Sánchez”) de tales compañías que buena parte de la población española, incluidos un buen puñado de los propios votantes socialistas se muevan entre la preocupación, el temor, el enfado, la angustia y hasta la desolación más completa. Razones hay y muchas. Un hecho es evidente, nunca un Gobierno de España ha tenido como socios y sustento a quienes quieren derribar el edificio constitucional nacido de la generosidad y el abrazo en 1978 y actúan en complicidad manifiesta con quienes directamente quieren hacer añicos a la propia Nación. Eso de inicio, que de paso y aunque ahora nadie hable apenas, dada la inmensa gravedad de lo anterior, ya empieza a asomar las orejas la fiera económica cuyos colmillos carniceros aquí se ceban en los cuerpos del paro.
Sin duda que mañana habrá gente encantada. Los que más los secesionistas catalanes y los nacionalistas vascos, y exultantes los hasta ayer, y hoy también pero blanqueados por los aplausos socialistas, herederos políticos y portavoces de los asesinos etarras y los flamentes vicepresidente y pareja ministerial y demás compaña podemita. Y, por supuesto, los sanchistas.

Frankestein llega mañana

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