El cambio de las tres “c”

Fue Nicolás Redondo, el histórico líder de UGT, el socialista que mantuvo la sigla en el franquismo y la clandestinidad, el que con generosa visión renunció a liderar en Suresnes al PSOE para dar el testigo a Felipe González, quien acuñó lo que era más que una frase, era una definición. Cambio, había sido el eslogan que les había dado el triunfo en las elecciones del 82. Y lo que empezó a venir no mucho después fue “El cambio de las tres c” –sentencio Redondo–: “De coche, de casa y de compañera”. Que aquello, dicho con obrera crudeza, fue lo que sucedió.
Los socialistas, muchos recién llegados, no solo tocaron el poder, es que se amarraron durante lustros a él y el pisar alfombra subió raudo desde el carcamal a la sien en un satiamén. Culminó todo el asunto con lo de la “beautiful people” y lo de la Preysler y Boyer en espectacular mansión. “Villa Meona” se la bautizó, porque tenía no sé cuántos cuartos de baños. No sé cuantos cuartos de baños tendrá la dacha de Iglesias y Montero, pero sí que lo que ha sucedido es muy parecido a lo que decía Redondo cuando UGT era UGT. Con alguna diferencia, los socialistas tardaron un poco más, hasta que se hicieron con el poder, para dar el salto vital. Estos han ido sin frenos, con más prisa que vergüenza. Y al menos a Boyer y a la Preysler no se les ocurrió someter lo suyo a referéndum nacional.
Lo que subyace en el fondo y subyacía entonces y ha sucedido ahora es que para miles de apuntados al socialismo de entonces y para los “empoderados” podemitas de hoy, la política se ha convertido en el trampolín profesional, económico y social que les ha cambiado la vida y la cartera. De no tener ni oficio, ni beneficio, ni tarea ni profesión, o tenerla como mucho de ramal y media manta, eso que ponen de “activista social” a tener la política, como lucida y exhibida ocupación. Esa profesionalización de la política, el paso de la representación de los ciudadanos en carrera profesional, y de por vida a poder ser, fue el primer y ya para siempre más extendido cáncer de nuestro sistema político.
Porque luego ya viene todo y en tropel. El salto en escala social es ahora más fulgurante, cegador y lo que antes parecía abominable en los demás comienza a parecer normal en uno mismo y hasta puede que lo sea, pero ese es otro costal. El bolsillo también empieza a pesar y a nadie de los agraciados se le ocurre pensar que mientras que muchos otros que en verdad sí se han esforzado en trabajar, pero trabajar de verdad, han logrado ciertas cosas a base de sacrificio y tesón, ellos han pasado de su escaso o nulo bagaje laboral a rango ejecutivo y trato vip. Ahora el mitin es de cobro y se lo pagamos todos y por lo visto están decididos a que lo sigamos haciendo durante lustros y hasta liquidarles al completo la hipoteca.
Es en efecto el cambio, el nuevo cambio de las tres “c”, aunque en Podemos no haya viejos obreros que se lo puedan decir y aunque en el caso falte el Audi, pero siempre se puede cambiar por lancha motora para sacar a los niños al pantano a navegar. Tampoco han salido en el Hola. Pero eso también se puede, en cualquier momento, arreglar.

 

 

El cambio de las tres “c”

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