Sánchez no es un traidor

Procede un llamamiento a la España “moderada y del sentido común” como el que hizo el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, minutos después de la manifestación convocada en Madrid por el PP, Cs, Vox y otros partidos de la derecha nacional, en la que se le acusó de traidor a España por supuesta rendición a las exigencias del independentismo catalán.

Viene a cuento el llamamiento de Sánchez ante la perturbadora imagen de un bloque constitucional (PSOE, PP, Cs) roto frente al gravísimo desafío al Estado perpetrado desde Cataluña por una mayoría parlamentaria y no popular.

Pero también viene a cuento señalar lo que el propio presidente y líder del PSOE ha puesto de su parte. El guante de terciopelo en las normas (diálogo sin dejar meridianamente claro que era para seguir juntos, no para romper) ha tapado durante demasiado tiempo el puño de hierro del Estado (fuera de la Constitución, nada). Hasta el punto de que el conflicto puede acabar siendo la tumba política de Pedro Sánchez y la de su partido, como tantas veces ha escrito este comentarista.

La consecuencia es esta absurda situación en la que se crucifica políticamente al Gobierno por hacer lo que no ha hecho y por decisiones que no ha tomado. Tal cual. En la manifestación se le acusó de claudicar ante los separatistas, cuando la verdad es que rompió con ellos por rechazar el derecho de autodeterminación y exigencias que desbordan el marco constitucional.

Es verdad que Sánchez pensaba en atornillarse al poder con el trato amable del Gobierno socialista a una Cataluña, en manos de las fuerzas independentistas. Es lo malo de gobernar con unos costaleros parlamentarios de aversión declarada a la Constitución y la Monarquía. Eso es cierto. Pero ninguna de esas concesiones cursó al margen de la ley ni atentó contra la integridad territorial y la soberanía nacional única e indivisible.

Nadie puede sostener razonablemente que Sánchez ha cometido delitos de “alta traición” por su generosidad presupuestaria con la Generalitat y una no negada indicación a la Abogacía del Estado para que, como una de las tres partes acusatorias en el juicio al “procés” que ahora arranca, retirase de su escrito acusatorio el tipo delictivo de “rebelión” y lo dejara en “sedición”.

Ninguna de esas líneas de complicidad con los independentistas convierte a Pedro Sánchez en un peligroso enemigo del Estado y de la unidad de España. Sin embargo, así se le ha hecho aparecer entre las banderas al viento del domingo en Madrid.

También cuando el gol de Iniesta las banderas nacionales salieron a la calle. Pero aquello fue un festivo chute de autoestima para los españoles, que nada tiene que ver con los tonos agresivos de la manifestación en la plaza de Colón.

Sánchez no es un traidor

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