Moción, deprisa, deprisa

Convocada para mañana y el viernes la moción de censura de Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, se abre paso la estrategia del Gobierno orientada a desactivar el arriesgadísimo salto a la fama del secretario general del PSOE.
Piensan en Moncloa que cuanto antes, mejor. Se trata de quitar el agua de la piscina al aspirante. De darle menos tiempo para tejer alianzas. Y de sembrar de obstáculos el atajo elegido por Pedro Sánchez para llegar deprisa, deprisa, a la Moncloa.
Además Mariano Rajoy va a poner en evidencia a Ciudadanos y al PNV, sus socios en la aprobación de los PGE, aún sin cerrar tras su paso por el Senado. ¿Cómo van a adoptar en el espacio de dos o tres días posiciones tan contrapuestas como el sí a los Presupuestos y el no a quien ha de gestionarlos?
El tacticismo está presente en la iniciativa registrada el viernes pasado por el PSOE tras una consulta de Pedro Sánchez con el cuello de su camisa. Reunió a la Ejecutiva “a posteriori”. Y una consecuencia de su apresurada decisión ha sido el malestar interno por el personalismo del líder, un año después de su vuelta al trono de la calle Ferraz.
Otra semanita para trabajar a destajo en los despachos políticos y las redacciones de los medios de comunicación. Más madera. Si el estrés fuera salud, el aquí y ahora de la política nacional tendría garantizada una larga vida. Pero no es el caso cuando viene regida por el cortoplacismo.
Lo único que garantiza el estrés es incertidumbre e inestabilidad. Dos factores tóxicos que fortalecen el golpe del separatismo catalán contra un Estado a la defensiva (aplicación del artículo 155 de la Constitución) y reavivan la vieja desconfianza de los mercados en la salud de la economía española.
Las dudas viajan en los nubarrones que sobrevuelan el agitado ambiente político del país. No parece ser el mejor momento para que “un partido de Estado”, según recientísima verbalización de Sánchez, decida tomar un atajo para llegar al poder.
Esta iniciativa de Sánchez nace con una escasa capacidad de alistamiento en el resto de las fuerzas políticas. Con la excepción de Podemos, claro, cuya misión en la vida, después de la fallida moción de Iglesias (hace un año), es que el PSOE comparta la tesis podemita de que Rajoy y el PP no pueden seguir gobernando ni un minuto más. Por otra parte, ochenta y cinco diputados no es capital suficiente para afrontar la tarea.
Los números condenan a Pedro Sánchez a lograrlo solo con los votos de Podemos y los nacionalistas. Eso hundiría a Mariano Rajoy, por supuesto, pero alumbraría un Gobierno absurdo y dejaría el campo libre a Ciudadanos ante las próximas elecciones. Nadie entendería un Gobierno socialista desasistido de los dos partidos que junto a él forman el frente constitucional del artículo 155 en Cataluña. 

Moción, deprisa, deprisa

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