Indolencia socialista

Tengo la incómoda sensación de que el PSOE y la parte socialista del Gobierno se han puesto de perfil respecto al escándalo que tiene por protagonista al llamado rey emérito. No porque eviten salir en su defensa. No deben hacerlo frente a comportamientos reprobables como los que parecen tan documentados. Para esto está la aplicación del muy republicano principio de igualdad ante la ley, afortunadamente vigente.

Ese principio también alcanza al rey que abdicó, perdiendo la consabida inmunidad constitucional en junio de 2014. Conservó el aforamiento. Y eso quiere decir que puede ser juzgado como cualquier ciudadano, con la única diferencia de que solo puede hacerlo el Tribunal Supremo.

Cuando hablo de indolencia socialista respecto al caso de las comisiones millonarias ingresadas en las cuentas personales del emérito, por cierto ocultas al Fisco, me refiero a la falta de reacción frente a quienes han aprovechado el escándalo para arremeter contra la institución. Eso es lo que se echa de menos, una contundente defensa de la Monarquía Parlamentaria por encima de los comportamientos reprobables de algunos de sus miembros. Nadie reclama la derogación de las Autonomías por el hecho de que Ignacio González, Jaume Matas, Jordi Pujol, Eduardo Zaplana, Francisco Granados, etc., hayan incurrido en comportamientos delictivos. Y nadie pide cerrar el Congreso por la condena judicial de tal o cual diputado.

Parece inevitable el enjuiciamiento de Juan Carlos I por el Tribunal Supremo, donde el ministerio fiscal ha continuado la indagatoria abierta en su día por la fiscalía anticorrupción. Y eso va a tener un impacto en la imagen de la Corona y en la figura del actual Rey, Felipe VI.

Que el impacto sea positivo o negativo dependerá de cómo se desarrolle la pugna entre los declarados enemigos de la Monarquía que abogan por la implantación de una tercera república y quienes tienen la obligación de defender a la Corona como una pieza más del régimen democrático constituido en 1978. Ese régimen tan denostado por los costaleros políticos de Pedro Sánchez. Básicamente, el nacionalismo catalán de ERC y el populismo de Unidas Podemos. Y puede que eso explique la falta de reacción del PSOE frente a quienes aprovechan el caso de las comisiones del AVE, indebidamente cobradas por el emérito, para teatralizar su fervor republicano.

Si Sánchez adopta una posición contundente en defensa de la Monarquía Parlamentaria se juega el apoyo de Iglesias, Garzón, Rufián, Errejón y compañía. Y si se muestra indiferente al desgaste que el caso puede producir sobre la Jefatura del Estado estará traicionando el compromiso asumido por el PSOE en el consenso político que alumbró la transición de la dictadura a la democracia.  

Indolencia socialista

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