Estamos de investidura

Aunque escribo antes del discurso de investidura del presidente-candidato, Pedro Sánchez, no corro ningún riesgo si me remito a sus reiteradas declaraciones sobre la desigualdad, la cohesión social, el feminismo, la transición energética, el paro juvenil, el cambio climático o la eventual reforma del Estatuto de Cataluña, como sus principales motivaciones de gobernante dispuesto a mejorar las condiciones de vida de los españoles en nombre de los intereses generales y la razón de Estado.

Todo ello, con la envoltura institucional de un Gobierno “progresista” y no endeudado con el independentismo catalán. Lo cual le ha hecho buscar la complicidad de Unidas Podemos en lo primero y prevenirse en lo segundo frente a una fuerza política con tendencia a empatizar con la exigencia del derecho de autodeterminación en Cataluña.

Tanto la afinidad ideológica con un partido de izquierdas como el peso de los independentistas en el apoyo de la Cámara a Sánchez van a cursar de nuevo como palancas de la oposición contra el nuevo Gobierno. Es seguro que Rivera y Casado competirán por ver quién caracteriza mejor la tendencia del candidato socialista a entenderse con “los enemigos de España”.

Y esa es una mala noticia. No anuncia precisamente un reforzamiento del próximo Ejecutivo, por mucho que Sánchez haya multiplicado los llamamientos al Partido Popular y a Ciudadanos para que las fuerzas constitucionalistas reaccionen cohesionadas ante los desafíos del independentismo, que no ha renunciado ni mucho menos a la unilateralidad y la provocación.

En cuanto a la alianza básica para la gobernabilidad del país, forjada en torno a las dos fuerzas de la izquierda, estamos en el deshielo que sobrevino a la bronca, tras el paso atrás del líder de Podemos: “No seré la excusa para que no haya un gobierno de coalición de izquierdas”, dijo Iglesias Turrión, al tiempo que ponía sobre la mesa las condiciones de su disposición a entenderse, por fin, con Pedro Sánchez.

Las condiciones son tres. Una, no más vetos. Dos, los nombres de los futuros miembros del Gobierno serán propuestos por UP. Y tres, la participación de UP en la “coalición” será proporcional a los votos obtenidos en las elecciones generales.

De cómo van a tramitarse estas exigencias de Iglesias tratan los equipos negociadores de ambos partidos, que hicieron horas extraordinarias el pasado fin de semana, sin que a la hora de la intervención inicial de Sánchez, al mediodía de ayer, se hubiera producido la fumata blanca. Teóricamente hay margen hasta la segunda votación, por mayoría simple, el jueves 25.

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