El PP y el PSOE, en pista

Minuto cero de la carrera hacia las urnas del 28 de abril. En las respectivas comparecencias de Casado (PP) y Ábalos (PSOE) del pasado lunes volvió a planear el fantasma del supuesto apareamiento socialista con el independentismo catalán como principal resorte de Pedro Sánchez para mantenerse en el poder.
El asunto está más vivo que nunca. Por lo que ya ocurrió y por lo que puede volver a ocurrir. Es el fantasma que el PP y Ciudadanos agitan a todas horas. Y lo que se niega con la misma contundencia desde Ferraz. En su discurso antes la Junta Directiva Pablo Casado insistió en que su partido ha roto la cintura al presidente del Gobierno al denunciar unas negociaciones furtivas que, de no haber sido por esa denuncia pública, hubieran ido mucho más allá en la política de concesiones “a los que quieren romper España”.
Por su parte, el ministro Ábalos, en su calidad de secretario de Organización del PSOE, volvió a poner en valor la negativa de Moncloa a pasar por el aro como causa del no de ERC y el PdeCAT a los Presupuestos Generales del Estado. Pero no estuvo contundente respecto a la posibilidad de volver a pactar en un futuro con los nacionalistas, a pesar de la insistencia de los informadores, que le preguntaron una y otra vez sobre el tema.
Además, cada vez que habló de las malogradas cuentas públicas culpó al obstruccionismo de la derecha y no al veto del nacionalismo catalán.
Es un lamentable presagio de que el problema catalán marcará la campaña y determinará el sentido de millones de votos. Y además explica la ofensiva de la derecha constitucional (el PP y Cs) contra la izquierda constitucional (el PSOE, básicamente) en pleno desafío del soberanismo al Estado. Es autodestructivo ese cainismo declarado entre fuerzas adictas al orden constitucional.
Llamar “traidor” al presidente del Gobierno, como hacen Casado y Rivera, es injusto. Lo malo es que acaba calando, pues se trata de una apelación emocional de fácil acceso a millones de españoles identificados con los principios de integridad territorial y soberanía nacional única.
Por eso calan esas apelaciones. No por que Sánchez traicione realmente la adhesión a esos principios, como tengo escrito en muchos de mis comentarios. De hecho, el presidente del Gobierno ha sido concluyente al declarar públicamente que jamás reconocerá el derecho de autodeterminación y que su oferta de diálogo con los nacionalistas, que deja abierta, solo se entiende en el marco legal de la Constitución.
Sin embargo, estos mensajes no calan con la misma facilidad que los de sus adversarios. Seguramente porque aún pesa mucho en el ánimo de los votantes el hecho de que Pedro Sánchez ha sobrevivido políticamente estos últimos ocho meses con el apoyo de lo que él mismo ha calificado de “nacionalismo excluyente y divisivo”.

El PP y el PSOE, en pista

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