Desarme televisado

Quedémonos con el anuncio del inminente desarme de Eta. Vale, nos damos por enterados. Pero hagamos oídos sordos ante la teatralización prevista para inmortalizar el gesto. Nos cuentan que el desarme total estará completado el 8 de abril. Los “intermediarios civiles” ya habrán trasladado entonces al Gobierno francés toda la información sobre el paradero de estos arsenales. Ni al Gobierno ni a la sociedad española se le ha perdido nada en los actos de entrega de las armas en territorio francés. Quieren una entrega televisada a la que no se debería prestar tampoco el Gobierno galo. Ni creo que lo haga.
Mas que una entrega de armas, lo que se va a escenificar es una rendición de quienes quisieron doblarle el brazo al Estado. Por las malas, a tiro limpio, y por las buenas, en las mesas negociadoras. Fracasaron en lo uno y en lo otro. También ha fracasado ETA en sus reiterados intentos de negociar con Moncloa esta entrega de armas. El Gobierno se limitó  a exigir el desarme unilateral y la disolución de la banda. Le cumple acusar recibo de lo primero y seguir exigiendo lo segundo a cambio de nada. Si acaso, un paso adelante en materia de acercamiento de presos. Pero no como premio a la autodisolución sino porque caducaría enseguida el uso de la política penitenciaria como una herramienta más de la política antiterrorista. Es lógico que si el terrorismo deja de existir también dejara de existir la política antiterrorista y, por tanto, los presos etarras tendrán el mismo derecho que el resto a beneficiarse del régimen general, que incluye, entre otras cosas, el mandato constitucional de la reinserción social de los presos y el acercamiento de los mismos a cárceles próximas al lugar de residencia.

Desarme televisado

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