Cuidado con el repunte

desescalada sanitaria. Gradual, asimétrica y ordenada, dicen en Moncloa. Es el mantra oficial de retorno a los paraísos perdidos en régimen de libertad vigilada, una vez abierto el camino por niños acompañados. La desescalada política es otra cosa. Eso no lo vemos, de momento. Vamos con la otra.
El 10 de mayo es la fecha decidida por el Gobierno para bajar la guardia frente a un coronavirus supuestamente menos agresivo. Pero no cautivo ni desarmado. 
Por tanto, el proceso de transición hacia lo que Sánchez llama “nueva normalidad” llega cosido al riesgo de un repunte de la epidemia. Un contraataque del Covid-19 no es en absoluto descartable.
De ahí la exigencia de garantizarse con anterioridad la capacidad de respuesta de un sistema sanitario todavía convaleciente de la durísima prueba de resistencia que acaba de sufrir. El plan incluye disponibilidad de un número suficiente de camas-UCI capaz de afrontar una eventual nueva oleada de contagios.
Es seguramente el principal supuesto de salida para ganar la apuesta del desconfinamiento condicional a partir del 10 de mayo. Y así se deduce del informe que al respecto ha sido elaborado por el Centro de Coordinación de Alertas Sanitarias y posteriormente enviado a las distintas Comunidades Autónomas, responsables últimas de su aplicación práctica.
Esperemos que la diversidad política que gobierna la España plural no genere nuevos desajustes en la lucha contra el enemigo común. En este caso, en las normas generales dictadas por el mando único para volver a la normalidad. Dicho sea pensando sobre todo en las Autonomías gobernadas por el PP. Aunque sea el primer partido de la oposición se le exige que subordine la derrota del Gobierno a la del virus.
No creo que Sánchez despierte cada mañana cavilando sobre la forma de arruinar a España. Tampoco creo que Casado tenga que aplaudir todo lo que hace su adversario. Ni uno es un desastre sin paliativos ni el otro es la gran esperanza blanca. La lógica de la lucha por el poder convierte en utópica la exigencia de unidad política contra la epidemia. 
El líder del PP espera que el virus se lleve por delante el Gobierno. Igual que Sánchez cuando, con menos motivos, braceó irresponsablemente para que el ébola derrotase al Gobierno del PP.
Todo eso está en la naturaleza de la lucha por el poder, como digo. 
Dejemos que decida la España de los balcones, que desde hace unos días está escenificando la competencia entre aplausos y cacerolas. Una excelente toma de temperatura a la voluntad de los votantes de cara a un muy previsible derrumbe del escenario político alumbrado tras las elecciones del 10 de noviembre de 2019. 

Cuidado con el repunte

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