Lo que no nos cuentan

na de las pocas cuestiones en la que podemos estar de acuerdo todos los españoles –conociéndonos, algo dificilísimo– es en que queremos vivir lo mejor posible, tanto en el aspecto material como emocional; aspiramos a un país con el mayor nivel de vida.
Otra cuestión, en la que ya no todos estamos de acuerdo, es que disfrutamos de una sociedad, reconocida por todo el mundo, de un alto bienestar  y calidad democrática.
Mantener esta situación y mejorar es una cuestión de todos y aun estando la mayoría de acuerdo en esta afirmación, las dificultades las crea el insolidario que se empeña en establecer su “paraíso imaginario”.
En estos complicados tiempos  nuestro país está pasando por circunstancias delicadas que como consecuencia de distintos intereses puede llevarlo a una vuelta atrás, a tiempos de los que todos, o la mayoría, quisiéramos pasar página y mirar hacia adelante, no olvidando pero si perdonando errores anteriores tanto de unos como de otros.
En momentos pre electorales y aguantando la violencia y matraca de los de siempre, al ciudadano de a pie le gustaría escuchar de boca de los políticos -para eso se apuntaron y les pagamos generosamente- soluciones y decisiones claves que se deben tomar para reconducir la situación social y política, dejando a un lado golpes de efecto y medidas calculadas, bien conocidas,  para ganar votos.
Ahora más que nunca hay frases muy repetidas que se ajustan como un guante a la realidad presente: 
“El que tolera el desorden para evitar la guerra, tendrá primero el desorden y después la guerra” Nicolás Maquiavelo.
“El que se humilla para evitar la guerra, tendrá la humillación y tendrá también la guerra.” Winston Churchill
“La energía en el poder ejecutivo es un rasgo fundamental de la definición del buen gobierno. Una ejecución débil no es sino otra manera de designar una ejecución mala; y un Gobierno que ejecuta mal, sea lo que fuere en teoría, en la práctica tiene que resultar un mal Gobierno” Alexander Hamilton (fundador y padre de la Constitución de los actuales Estados Unidos de América)
Si nos tomamos la molestia de  leer  a sociólogos, politólogos, expertos en macro economía o políticos consagrados, buscando el difícil equilibrio entre la teoría y la importante experiencia, encontraremos una serie de conclusiones en la que todos coinciden, como claves para el progreso de cualquier sociedad o Estado. Hablamos de expertos de reconocido prestigio como Max Weber, Francis Fukuyama, Daron Acemoglu, James A. Robinson o el propio Churchill.
Las naciones progresaron evolucionando de los Estados patrimoniales a los Estados modernos. Los primeros no dejaban de ser una continuación de familiares y amigos que concentraban el poder; los segundos lograron una administración impersonal donde los individuos accedían por formación, méritos y conocimientos. Hoy podemos ver como determinadas administraciones regionales están inflando la función pública con individuos cuyo único mérito es compartir las ideas políticas de la oligarquía imperante.
Hay consenso en lograr instituciones inclusivas y evitar las extractivas, es decir las oligarquías que todos conocemos de apellidos minoritarios en los puestos clave de la política, en consecuencia el nepotismo.
La unión del país es básica para asentar la seguridad jurídica y proteger la propiedad privada;  una mínima   masa crítica de habitantes,  permite  establecer una presión fiscal razonable que no ahoga al contribuyente e incentiva al consumo, fundamental para la producción de bienes  y servicios y en consecuencia la creación de empleo, además de atraer la inversión  extranjera. 
Un Estado  necesita una administración pública eficiente y  transparente, tiene la obligación de vertebrar su territorio y equilibrar la riqueza para lo que debe mantener centralizados servicios básicos  como la justicia, enseñanza y fuerzas de seguridad ciudadanas, entre otros. 
Una administración de justicia independiente que garantice la igualdad legal para todos y la protección de la propiedad privada, incentivo básico para que el individuo se esfuerce, es indispensable. Como sabemos, lo dicen ellos, los promotores del “paraíso imaginario” lo primero que harían  sería eliminar esa independencia.
La famosa sentencia de los delincuentes sediciosos y malversadores –ahora ya no son presuntos- no ha contentado prácticamente a nadie. Signo inequívoco de la independencia de nuestro poder judicial que nos hace todavía más grandes como país democrático.

Lo que no nos cuentan

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