Ferrol y La Magdalena

Como sabemos, cuando el Gobierno decidió dedicar la Ría a los intereses de la defensa nacional el excepcional crecimiento de habitantes del primitivo pueblo medieval –Ferrol Vello- se desarrolló en los barrios de Esteiro y La Magdalena.
Este último nacía con la idea de ser un ejemplo urbanístico pues se diseñó, en pleno periodo de La Ilustración, según los mayores avances técnicos de la época en esta materia. Lamentablemente la suerte nunca acompañó y desde los comienzos su estructura y su futuro fue agredido sistemáticamente.
Estrechamiento de las calles al eliminar los previstos edificios uniformes con aceras porticadas. Incremento de dos a cuatro y más alturas en las viviendas, descartando el crecimiento horizontal. 
Sustitución de construcciones emblemáticas por edificaciones sin valor arquitectónico. La primitiva alameda reducida por el dique de la campana y edificios públicos. Dificultades administrativas para adaptar las viviendas a las comodidades actuales, marcaron su difícil historia.
En estos días asistimos a otra amenaza al emblemático barrio.
La plaza de Armas, albergó el primer aparcamiento subterráneo de Galicia. Durante décadas dio servicio tanto a visitantes como residentes, siendo testigo de esta circunstancia la alta ocupación que siempre ha registrado, incluso después de que se construyeran otros más recientes.
No es necesario ser experto, pero si tener sentido común y viajar –está actividad siempre enriquece– para darse cuenta del serio error con el que una vez más el político de turno va a castigar a la ciudad. Sin salir de Galicia, en el resto de las ciudades, vemos un urbanismo que llena de argumentos esta afirmación.
En todas partes, el edificio consistorial es un símbolo que representa a todos. En consecuencia está ubicado en el corazón de la población, con facilidades de acceso y aparcamiento bajo tierra. Está en una plaza, con pavimento sólido, generalmente de granito, conformando una gran explanada delante del mismo y prácticamente sin ningún tipo de arboleda para no restarle protagonismo visual. La gran explanada solida y plana, sin pendiente, tiene todo el sentido, pues el lugar suele ser utilizado en grandes acontecimientos, para concentraciones y punto de encuentro de los ciudadanos.
Ante estos ejemplos, insito en que viajar nos da amplitud de miras, no deja de sorprender la actuación que se pretende llevar a cabo.
La amenazada plaza contará con árboles de gran porte que reducirán la vistosidad del Ayuntamiento. Su firme será inclinado y de tierra –podemos ver lo que ocurre en invierno en los Cantones con el mismo firme, aun no estando inclinado– y como colofón suprimirán un aparcamiento utilizado por residentes, comerciantes, hosteleros y visitantes. Da la sensación de que vamos camino de otro “acierto más” de la misma tendencia política: la Plaza de España,
A pesar de esta poco afortunada idea, todavía llama más la atención quien la toma y sus razones. Por muchos aparcamientos que se encuentren en una ciudad, jamás se eliminan los que hay y todos tienen ocupación. 
Las personas buscamos la máxima comodidad, para comprar, hacer gestiones o simplemente vivir, es norma de la sociedad actual. En este caso concreto, además, las alternativas son deficientes y poco practicables y no están en el punto neurálgico de la vida cotidiana. 
Salvo un caso, la falta de acceso para personas con movilidad reducida, serios problemas para entrar por sus angostas rampas y ya al aire libre, explanadas con firme impracticable nos dan sobrados argumentos para pensar en que no debemos prescindir y si renovar la instalación de la discordia. Esta decisión sería un mazazo más al ya sacrificado barrio de La Magdalena.
Las posibles razones técnicas para su eliminación, se caen por su propio peso; las calles laterales de la plaza no se peatonalizarán, en consecuencia, sirven para entrada y salida de un aparcamiento que no impediría la humanización de la calle Real. 
Si las circunstancias sorprenden, más todavía quien lo propone y sus argumentos. Un alcalde de una tendencia política que no se cansa de repetir que gobiernan para el pueblo, lo escuchan y son los más demócratas, progresistas y preparados, desmonta sus palabras con la realidad de los hechos. 
 Una decisión mantenida por una autoridad respaldada solo por el 22% de los votos emitidos, contraria al criterio de comerciantes, hosteleros, residentes, visitantes y más de veinte asociaciones, no es precisamente un ejemplo de prácticas democráticas. 
 

Ferrol y La Magdalena

Te puede interesar