¡El mundo está loco!

Era una frase que los de mi generación  oíamos, de vez en cuando, a unos padres abrumados por los cambios y todavía sin sospechar lo que nos venía encima.
Las décadas de los sesenta y setenta del pasado siglo fueron testigos de una España que salía de una dura postguerra y se asomaba a una etapa de  progreso, que en toda sociedad se logra con el cambio y las mentalidades abiertas. Eran momentos duros, pero aun así de cierta tranquilidad que suponía ser testigos de lo que había pasado en el País y del ligero avance y relativa estabilidad aun echando en falta la pluralidad y libertad de ideas.
La naturaleza humana, en general, no es proclive al cambio que instintivamente produce rechazo, sobre todo a una clase acomodada, pero es imprescindible para  el ser humano y su evolución como especie. Cualquier cambio genera  progreso a la larga, pero también victimas sociales en los tiempos en  que se produce. Entre otras cuestiones por qué la innovación tiene distintas velocidades a la hora de hablar de  técnica o  humanismo.
A lo largo de la Historia moderna hemos asistido a revoluciones que marcaron el futuro. Quizás una de las más significativas ocurrió en el siglo XV y XVI cuando un tal Copérnico descubrió y se empeñó en demostrar que la Tierra giraba alrededor del Sol y que por supuesto era redonda, algo que  ya intuía  Colón cuando “hizo las Américas” También Galileo fue un entusiasta seguidor de estos descubrimientos que fueron la antesala de grandes avances de la ciencia y la técnica  propiciando grandes progresos de la sociedad.
Evidentemente esto también se cobró sus víctimas incluyendo a sus promotores que tuvieron más de un intercambio de opiniones con la Iglesia y su “Santa Inquisición”
Sin duda, la revolución Industrial del siglo XIX, otro gran salto en la calidad de vida,  iniciada por Inglaterra y seguida con cierta rapidez por países de la Europa Occidental como Alemania o Francia, también por supuesto por EEUU y  más lentamente -por no decir escasamente con las tímidas excepciones de las provincias vascas y catalanas-  por nosotros supuso otro salto cualitativo y las bases del bienestar social que hoy disfrutamos. 
Dejando a un lado las desastrosas consecuencias que en su momento supusieron las dos  Guerras Mundiales, también con sus beneficios a  medio y largo plazo, hoy estamos inmersos en otra gran revolución probablemente mucho más profunda que las anteriores y desde luego mucho más compleja. De entrada habría que pensar que asistimos a dos en una; además con efectos conjuntos entre ambas. 
En la comentada época de la aparición de la máquina de vapor la clave era la producción en serie. El que era capaz de crear industria y fabricar bienes se convertía en el rey del momento, en nuestra presente sociedad esta situación pasó a la historia. Teniendo en cuenta el fácil acceso a la tecnología básica, hoy todo el mundo puede ser el rey a la hora de fabricar, la clave, una de las grandes revoluciones en marcha, es vender  lo que ya todo el mundo puede elaborar. Los mercados y consumidores marcan la pauta y el que logra entenderlos se convierte en protagonista de progreso y éxito.
En las escuelas de negocios se escucha con frecuencia una interesante teoría: “fabrique lo que se vende y no se empeñe en vender lo que fabrica”.
Este cambio, viene entrelazado con la otra gran innovación que significa tener la información al alcance de todos y en cualquier lugar, pues la misma está en el aire y se llama Internet y no deja de estar íntimamente entrelazado con la anterior.
Internet ha supuesto la socialización y democratización de uno de los bienes más preciados de la Humanidad como es la Información, el conocimiento y la comunicación.
Como venimos diciendo a lo largo de esta reflexión, también en estos días el progreso se cobra sus víctimas sacrificadas en nombre del bien común para toda la sociedad. Hoy más que nunca el cambio arrasa, es continuo y de una rapidez que asombra y descoloca a bastantes, pero no nos engañemos, una vez más como a lo largo de toda la historia significará un progreso inimaginable que nunca sospecharía una generación atrás y no digamos la de nuestros abuelos.
El Mundo, ni mucho menos está loco y progresa a velocidad de vértigo, no sin dificultades como consecuencia del deterioro de la Educación y la Ética, el exceso de información, la dificultad para discriminarla y el aprovechamiento de los de siempre para la inmoral manipulación de una parte de la sociedad en su  propio beneficio.
   

 

¡El mundo está loco!

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