Y yo seguiré aquí, cual Humphrey Bogart de la vida que lo único que le interesa es el venturoso futuro de su querida y bella “Ingrid Bergman”, léase Navantia.
Los años pasarán y los gobiernos se sucederán. Los jefes sindicales y directivos del astillero también se irán, pero ojalá que nuestro astillero perdure, al menos, otros doscientos cincuenta años más.
En esos dos siglos y medio ha habido de todo; es decir, épocas de bonanza y crisis, pero al final, de un modo u otro su actividad constructiva sigue.
La historia contemporánea de Ferrol no se explica sin sus motores de prosperidad, que no han sido otros que la construcción naval y la presencia permanente de la Armada.
Esto me recuerda una de las más celebérrimas máximas de Confucio que decía: “Estudia el pasado si quieres pronosticar el futuro...” y nuestro futuro, con independencia de los dirigentes que con mayor o menor acierto dirijan el rumbo del país, no podrán obviar la realidad de nuestra ciudad y de sus gentes.
“Tócala otra vez, Sam”, decía Bogart, y yo digo “póngase otra quilla más… por favor!!, pues no existe mejor melodía para Ferrol que escuchar el ruido de las grúas y de la maquinaria procedente de nuestros astilleros… su vida.
El levantamiento del veto sobre la construcción civil seguramente traerá nuevos e importantes encargos a nuestra factoría, pues el reciente acuerdo entre Rusia y China pone de manifiesto la posibilidad de que Putin decida, ante cualquier represalia del mundo occidental en su intervención en Ucrania, cerrar el grifo del gas… y si eso sucediera… ¿qué pasará?
Pues muy sencillo, que habrá que traerlo de otra parte… ¿y cómo va a llegar? Pues por vía marítima… ¿y qué buques serán los encargados de transportarlo? Los gaseros… ¿y existen suficientes gaseros para cubrir la demanda?... pues no… ¿y quién los construirá?..., ¿me siguen?