OPINIÓN

A diferencia del inigualable Paco Umbral, yo no me juego la vida (afortunadamente) dando mi opinión en esta modesta tribuna, pero sí comparto con él la filosofía que debe de guiar a todo creador de opinión que se resume en su famosa frase  “a mí, lo que opine el personal, me da lo mismo”. 
En mi última colaboración con el Diario defendí un concepto de gobierno tan arcaico como efectivo; el despotismo ilustrado, citando al quizás su más notable exponente, el marino y sabio Jorge Juan Santacilia. 
A pesar de que esperaba un aluvión de críticas, mi sorpresa ha sido mayúscula cuando el 99 % de mis lectores estaban de acuerdo con lo que decía. Bien pensado no me extraña. 
Últimamente está muy de moda que en la política nos encontremos ignorantes, proetarras, chulos de pacotilla, actrices post-porno o personas que, sencillamente, no saben ni hablar. 
¿Estos son los políticos que se merece España? Yo creo que no, y estoy convencido de que tiene que haber gente de nivel en todos los partidos… pero… ¿por qué ascienden los peor preparados? Está claro que no precisamente por sus méritos académicos o por su experiencia. Es obvio que han llegado ahí por uno de los peores pecados capitales que sufre nuestro país: el amiguismo o enchufismo.
¿Saben, por ejemplo, lo que se le exigiría a una persona que quisiese ser comandante de un submarino? Pues se lo digo: carrera de cinco años de oficial; un año de especialidad de Submarinos; dos años de oficial subalterno; poseer una segunda especialidad; dos años como jefe de departamento; conseguir la calificación de “apto” como 2º comandante y estar dos años en este destino; conseguir la calificación de “apto” para comandante; ser seleccionado entre un grupo de selectos “elegidos” y; al menos, dominar el inglés.
Qué curioso, para ser ministro o presidente del Gobierno no se exige nada, no digamos para presidente de la CCAA, alcalde o concejal.

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