CUMPLIDO

El pasado jueves  se retiró del servicio de la Armada además de un marino ejemplar, uno de mis mejores amigos: el alférez de navío Diego Quevedo Carmona, o “Diegico”, como gustamos llamarle coloquialmente los que le apreciamos, haciendo con ello un guiño torpe al acento murciano.
No es que en nuestro modesto concepto Diego no haya cumplido con la Armada, que ha cumplido con creces, pero a muchos nos hubiera gustado que su magnífica labor en el Museo Naval de Cartagena se hubiera prolongado unos años más.
Y es que, por si no lo saben, Diego, junto a otros miembros de un selecto grupo de trabajo, colaboró de manera activa para que hoy el submarino Peral se exhiba reluciente en una de las naves anejas a la institución.
Llega pues a su aparente fin toda una vida dedicada a la Marina de Guerra, casi toda de ella en submarinos. Y decimos “aparente” pues sé que no va a estar quieto, al ser desde que ingresó la Marina su pasión, y como los buenos amores, los hay que duran toda la vida.
Conocí a Diego a finales de la década de los noventa, en una visita que hice al arsenal de Cartagena. Se enteró de que un civil estaba haciendo fotos por la base, y se me presentó con la curiosidad de saber quién era.
El caso es que estaba interesado en hacer unas buenas fotos de los submarinos, por lo que me subió a la cafetería del antiguo edificio que albergó la “Estación de Submarinos” y desde sus ventanas saqué las mejores fotos que nunca pude soñar de ellos.
A partir de entonces nuestra amistad ha ido creciendo bajo la máxima que tanto le gusta recordar, y que atribuye a un brindis que hacían los marinos del siglo XVIII: “Que la amistad que surgió en las estelas de la mar, nos las borre nunca ningún temporal” .
BZ, Amigo, BZ.

 

CUMPLIDO

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