Barato (se lo garantizo)

Siempre que escribo esta crónica, me salen varias versiones. La primera suele ser bastante dura, y la última, la que están leyendo, bastante moderada. Cuando uno colabora en un periódico tiene que medir bien sus palabras, no tanto por una malentendida autocensura, sino por respeto al medio que le ofrece una tribuna donde puede expresarte con libertad; eso sí sin ofender en lo posible nunca a nadie. Digo esto porque el que diga que un libro es caro, está diciendo una tontería cósmica. Es obvio que si esta afirmación sale de los labios de alguien que no ha escrito un libro en su vida está disculpado. Otra cosa es si dicha afirmación sale de la boca de un reconocido autor. El primero no sabe el tiempo que el autor ha empleado en su realización, los gastos de todo tipo que le ha ocasionado, y el “precio sentimental” que ha pagado por robar tiempo a los seres queridos. Incluso podrá llegar a pensar que los que nos dedicamos a “juntar letras” vivimos de nuestra obra (otra tontería interestelar). Sin embargo, el segundo, es plenamente consciente (sobre todo si escribe de historia naval)  de que lo que se paga por un libro, apenas representa ni el 0,0001 % del esfuerzo empleado en escribirlo. Porque una cosa es ser ignorante (la ignorancia recuerden, siempre es atrevida) y otra tener  mala fe, aunque reconozco que “un día malo” lo tiene cualquiera. El comentario viene al caso porque la semana pasada presenté, junto a mis compañeros y coautores Joaquín Herrera y Cristino Castroviejo, mi último libro sobre destructores dentro de la colección titulada “La Armada Española de la posguerra en imágenes”.

El marco era incomparable (Club de Regatas de Santander) y la asistencia de público extraordinaria, más si se tiene en cuenta las fechas estivales en la que nos encontramos. La obra, de más de 200 páginas, está (como no podía ser de otra manera) profusamente ilustrada,  presentada en tapa dura, papel cuché de 135 gramos y en un gran formato apaisado. ¿Es caro pedir por ella 70 euros? No. Es más, el precio, se lo puedo asegurar, está ajustado al máximo. En un país donde la subvención campa por sus anchas, estamos acostumbrados a ver obras editadas en auténtico lujo con el dinero de todos. Con pólvora de Rey tira cualquiera, pero para la “Marina Corsaria” a la que pertenezco, que nos financiamos en exclusiva a través de las ventas, los costes de producción los pagamos de nuestro bolsillo. Y no se entienda el comentario como queja, pues gracias a ello tengo la libertad de no deberle nada a nadie. No sé si esto molesta  o no, pero si es así lo lamento, más que nada porque voy a seguir trabajando de esta manera, y al que le guste bien, y al que no, pues ya sabe...

Barato (se lo garantizo)

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