Existe evidencia científica de que la mala calidad del aire en las grandes ciudades supone una grave amenaza para la salud humana (la OMS estima que más de 7 millones de muertes al año en el mundo son atribuibles a la contaminación atmosférica). La exposición a la contaminación del aire afecta a la salud de los más vulnerables (en los niños: reducción del crecimiento, función pulmonar, infecciones respiratorias y agravamiento del asma; y en los adultos: cardiopatía isquémica y accidentes cerebrovasculares son las causas más comunes de muerte prematura atribuibles a la contaminación del aire exterior; si bien están apareciendo nuevos problemas). Se estima que unos 14.000 ingresos hospitalarios al año en Madrid y unas 9.000 muertes en España, son atribuibles a la contaminación atmosférica (según el Instituto de Salud Carlos III). La intensa ola de calor que afectó el pasado verano a nuestro país, provocó un aumento de la temperatura, además de incrementar los niveles de partículas, NO2, O3, incendios, sequía, etc., causando una sobremortalidad de 30.000 muertes en España (la ola de calor solo explica 7.000 muertes, y lo más probable es que las restantes muertes sean achacables a los otros factores); de ahí la importancia de poner en marcha planes integrados, que tengan en cuenta todos los factores que intervienen y tienen impacto en la salud, para dar respuesta a todos ellos.
Cada vez se hace más necesario aplicar los nuevos niveles de referencia de la calidad del aire propuestos por la OMS, en aras de proteger la salud de las personas que viven en grandes poblaciones, a base de reducir los principales contaminantes del aire, algunos de los cuales contribuyen al cambio climático. La OMS ha ajustado a la baja casi todos los niveles de referencia de la calidad del aire y advierte que superarlos supone un riesgo significativo para la salud, mientras que su estricto cumplimiento podría salvar millones de vidas. A finales del 2023 saldrá una nueva directiva europea que rebajará los límites para el NO2, PM10 y PM2,5, y está claro que muchas ciudades españolas que ahora cumplen; con la nueva normativa se rebasarán los nuevos límites, y ya veremos cómo van a afrontar las ciudades esta nueva situación. En 2023 las ciudades con más de 100.000 habitantes tendrán que disponer de protocolos para episodios de alta contaminación, y las ciudades con más de 50.000 habitantes deben disponer de zonas de bajas emisiones por las que no se puede circular, y los ayuntamientos tendrán que cumplir y se deberá aplicar la Ley 7/2021, de cambio climático y transición energética.
Alcanzar los nuevos niveles de referencia de la OMS, contribuirá a proteger la salud y mitigar el cambio climático. Se incide en las PM, O3, SO2, CO y en otros contaminantes que son perjudiciales. El IARC de Lyon cataloga a las PM como carcinógenas, generadas por el uso de combustibles fósiles utilizados en el transporte, energía, hogares, industria y agricultura. PM2,5 y PM10, tienen especial relevancia para la salud pública (las PM2,5 pueden entrar en el torrente sanguíneo, afectando al sistema cardiovascular, respiratorio y a otros órganos). Es preciso que todos los países pongan en práctica estas nuevas directrices de la OMS y alcancen los niveles de calidad del aire recomendados con la finalidad de reducir la morbilidad y salvar vidas; no son vinculantes, son una herramienta basada en la evidencia para que los gobernantes con responsabilidades en el tema puedan orientar la legislación y las políticas, con el fin de reducir los niveles de contaminación del aire y disminuir la carga de morbilidad resultante de la exposición a dicha contaminación en todo el mundo.
En Europa, la carga de enfermedad causada por la contaminación atmosférica sigue siendo inaceptablemente alta, de ahí que tengamos que hacer mucho más si queremos proteger la salud de la población, habrá que seguir las recomendaciones de la OMS, basadas en la evidencia científica, que son más restrictivas de las que seguramente marcará la UE, si bien mantengo la esperanza que esos nuevos límites estén en consonancia con los de la OMS, ya que sería respetar el rigor de la ciencia en beneficio de la salud de la población, que es lo que tiene que prevalecer. Las soluciones en el centro de las grandes ciudades, con altos niveles de contaminación, pasan por limitar la circulación, prohibir la entrada de vehículos antiguos, propulsados por gasoil o gasolina, altamente contaminantes; nunca ha habido un mejor momento para descarbonizar y abandonar a los combustibles fósiles; y promover el uso del vehículo eléctrico 0 emisiones. Tenemos que avanzar hacia un aire limpio para todos y más saludable, mejor legado para las generaciones venideras.