Vox sí-Vox no, he ahí el dilema (no solo de Feijóo)

Quienes acudieron a la sesión de investidura de Mañueco como nuevo/viejo presidente de Castilla y León estuvieron muy atentos a las reacciones de Vox, el nuevo socio de gobierno regional, tras la relativa victoria de Marine Le Pen en Francia. En privado, más de un militante del partido de ‘derecha radical’ de Abascal, aunque muy cautos todos en público, no se cortaba a la hora de decir que la buena aceptación del electorado francés a Agrupación Nacional es un indicio de que en España, país que agarra la gripe cuando Francia estornuda, ocurrirá más o menos lo mismo. Y no les falta razón: Vox ha acaparado casi tantos titulares estos días como el PP, cuando lo que parece que se juega es el futuro del Partido Popular tras el giro copernicano experimentado en su seno con la sustitución de Casado por Feijóo.


Y es que ‘Vox sí-Vox no’ se ha convertido en el nudo gordiano que afectará a la gobernación futura de nuestro país. Cuando visité a Casado parecía no entender nada de lo que le había ocurrido. Opiné que todo radicaba, quizá, en aquella intervención suya cuando la moción de censura de Vox contra Sánchez.


Así Casado, por otros motivos, sufrió la misma suerte que Cifuentes: un pretexto, en este caso los negocios del hermano de Isabel Díaz Ayuso y un presunto espionaje sirvieron para defenestrar a Casado. El ‘caso Vox’, junto a las torpezas en la gestión del secretario general, Egea, empeñado en una batalla casi personal contra el entorno de la ‘superpresidenta’ madrileña, propiciaron el desastre de Casado. Y Feijóo no va a cometer el error de enfrentarse con la poderosa ‘lideresa’ madrileña.


Ahora, la clave es saber cómo Feijóo va a asumir el dilema ‘Vox sí’, con todas sus consecuencias, o ‘Vox no’, con todo lo que de eso se pueda derivar. De momento, en Valladolid, la sesión de investidura registró una reafirmación del candidato de Vox y ahora vicepresidente del Gobierno regional en sus postulados: hay que acabar con el Estado autonómico, vino a decir el vicepresidente autonómico Juan García Gallardo en su discurso en las Cortes castellano-leonesas, ante el gesto de circunstancias de los ‘populares’, entre los que no estaba, cuestiones de agenda dijeron, Feijóo.


Porque las encuestas aseguran que, sin Vox, el PP no puede soñar con situar al gallego en La Moncloa. Ciudadanos parece desaparecido y las pequeñas formaciones que pueblan ya la ‘España vaciada’ no garantizan una mayoría suficiente para que esta llegue a gobernar. Ni siquiera en Andalucía, donde el ambiente ya huele a elecciones ligeramente anticipadas y donde la popularidad de Juan Manuel Moreno Bonilla es grande, pero lejos, parece, de igualar el fenómeno Díaz Ayuso.


A Feijóo le hemos escuchado un tono algo displicente hacia Vox. A él no le gusta nada la formación de Abascal y, si hubiese estado en Francia, sin duda hubiese aconsejado dirigir el voto hacia Macron. Vox no va a caer en esos errores, pienso, aunque ya ha empezado a disparar contra el Título VIII de la Constitución, dedicado a regular el estado autonómico.


Yo creo que, más que una aproximación del PP hacia Abascal, habría que pregonar lo contrario, una aproximación de Vox hacia las tesis más templadas del PP. ¿Lo entenderán así quienes tengan que entenderlo? No lo sé. De momento, al señor García-Gallardo le pediría que rectificase aquellas primeras declaraciones, en la noche electoral, en las que, eufórico, a los periodistas nos llamó “lacayos”, lo que confío que no sea una especie de declaración de intenciones.

Vox sí-Vox no, he ahí el dilema (no solo de Feijóo)

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