La vida en la calle

Son totalmente invisibles para la gran mayoría de los que pasan por su lado. Son las personas sin hogar que generalmente suelen situarse en zonas bastante insalubres y a merced de lo que ocurra diariamente con la climatología que les hace sufrir grandes penalidades para poder subsistir teniendo como techo las estrellas.


Nos acordamos de ellos de forma muy intensa cuando entramos en el otoño, en el mes de octubre, en el que Cáritas y un colectivo importantes de entidades que trabajan en el campo de lo social denuncian las penalidades que suelen pasar los que integran este colectivo que crece de manera bastante imparable en nuestras zonas  habitadas  y entre en el que en los últimos tiempos aumenta de forma muy preocupante la presencia de mujeres.


La vida en la calle afecta de manera decisiva a la salud. La esperanza de vida cae una media de 20 años para las personas sin hogar, que sufren además discriminación, insultos, agresiones y, en los casos más graves, incluso violaciones y asesinatos. Las mujeres sin hogar, además, por el mero hecho de ser mujeres, se enfrentan a mayores riesgos y formas de violencia, que hacen de la calle un territorio todavía más hostil para ellas.


Todo lo que hemos reflejado de este fenómeno social se conoce como sinhogarismo y está directamente relacionado con las personas que carecen de una vivienda para residir, viéndose en la obligación de hacerlo a la intemperie o ocasionalmente en albergues debido a una ruptura de sus lazos familiares y sociales, así como por no poseer un empleo con ingresos fijos o estables.


Las personas sin hogar tienden a ser excluidas y marginadas socialmente. No cuentan con protección, asistencia, ni acceso a los servicios básicos, debido a que deambulan y duermen en las calles. El hecho de no tener un hogar afecta las relaciones sociales y genera un impacto en la salud física y mental de las personas afectadas, lo que implica la adopción de conductas adictivas, desestructuración del grupo familiar, desnutrición…


El varón en edades comprendidas entre los 45 y 60 años sigue siendo el que más acude, con mucha diferencia, a los centros en los que se presta atención


En cuanto a las cifras, siendo muy difícil cuantificar con exactitud, se puede hablar de que unas 2.000 personas son atendidas en la diócesis de Santiago en relación a temas de sin hogar o con hogares muy deficientes. Una cantidad que se puede llegar a doblar a nivel de Galicia.

 

La vida en la calle

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