Se acaba de ir y ya notamos su ausencia. Los que tuvimos la suerte de ser sus amigos conocimos a una persona generosa, noble y brillante en el mundo del humor. Ahora, cuando ya no está, las ratas que pululan por las alcantarillas de las redes sociales, lo lapidan sin piedad. Básicamente lo acusan de dos cosas: de su orgullosa españolidad y de un humor de su época que, más allá del Un, dos, tres de Ibáñez Serrador, le llevó a vender más de dos millones de copias de sus “casetes” de las que, por cierto, Paco nunca vio ni una “peseta”. No había gasolinera en toda España que no vendiera aquellas cintas que acompañaban a las familias en sus viajes en coche y les regalaba carcajadas. Su vida estuvo marcada por la desgracia, empezó a la sombra de su padre en el espectáculo taurino “el bombero torero” y a partir de ahí se fraguó una carrera profesional intachable eso sí, acompañada de una vida familiar dramática, con hijos enterrados, Paquito y su adoración, Nuria, la hija a la que Paco dedicó su vida y todas las atenciones por sus inconveniencias vitales que merecían atención permanente. Después la muerte de su mujer, a la que adoraba, le cambió la vida, pero cuando se subía a un escenario, Paco solo buscaba la risa del público y lo conseguía sin duda. Es ahora cuando los “Torquemadas” del siglo XXI se lanzan como hienas para analizar el humor de Paco, y de la época, con los ojos de hoy. Se escandalizan por determinados chistes, absolutamente blancos, pero aplauden a ¿músicos? que ensalzan a Eta, al terrorismo o que amenazan e insultan a servidores del orden público. En estos casos hablan de libertad de expresión para justificar lo injustificable. La corrección política es solo un eufemismo para edulcorar lo que toda la vida fue censura, pero si te apartas de esa corrección política eres un fascista, esta afirmación excluye a la izquierda, si eres “zurdo”, puedes decir lo que quieras porque los inquisidores de hoy son selectivos. Recuerdo parodias del gran Gila tratando temas como el maltrato que, si los lega a hacer Paco lo lapidan en la plaza pública, pero como era Gila, que triunfó en la España del franquismo y acabó alabado por la izquierda, entonces no pasa nada. A Paco lo censuran ahora, pero ya en vida, los ayuntamientos de izquierdas le negaban los teatros para actuar, arrinconándolo para que encontrase su ruina. Jamás escuché una palabra de odio a nadie en la boca de Paco Arévalo, a cualquier llamada de auxilio asistía sin preguntar, los últimos años de su vida están marcados, una vez más, por la desgracia y, aún así, raro era el día que no te despertabas con un audio de un chiste, una parodia o una broma para desearte buenos días. Incluso algunos políticos de centro derecha se plegaron a la corrección política y le cerraron las puertas de los recintos municipales donde solía actuar, una ignominia inmerecida e injusta que ya no tiene reparación. Así era Paco, mi amigo, y ahora que bajó el telón para siempre le quiero dar las gracias por su amistad y mi aplauso más sentido desde el fondo de mi corazón. Sin duda el cielo es desde hace un par de días mucho más divertido. ¡Hasta siempre Paco!